Maldita, maldita mujer
[ por: Andrés Daly ]
Dos asesinos vestidos de terno y sombrero llegan a un restaurante, en un pequeño pueblo junto a la carretera. Buscan a un hombre apodado “El Sueco”, para llenarle el cuerpo de plomo, cortesía de su jefe. Simpáticos. Cuando un hombre se entera de esto, corre veloz al escondite del buscado, de su amigo, y lo previene. ¡Escapa, corre!. Para total sorpresa del espectador –sino, una absoluta para mí- Ole “El Sueco” Andresson (Burt Lancaster), un hombre joven echado en una cama en una habitación en penumbra, con su rostro en total oscuridad, despide al amigo calmadamente y le dice que no hará tal cosa. Está bien así. Sin resistencia alguna, escucha, un rato después, los pasos de los sicarios en la escalera. La puerta se abre y BANG, BANG (bis) adiós Sueco. ¿Por qué se dejó asesinar?.
Esta vez, en maravilloso blanco y negro, se nos cuenta la historia, a veces en retroceso y otras de forma desordenada -como un rompecabezas para armar con delicia- de todos los eventos que llevaron al ex Boxeador devenido en ladrón de golpes grandes cuando pierde su demoledora derecha (nudillos quebrados, alma destruída) a mirar en silencio, años después, como se vacían sobre él dos revólveres anunciados. Un hombre que lo ha perdido todo, mucho antes de perder la vida.
Como en las mejores historias, aquí hay una perfecta femme fatale de por medio. Kitty Collins (Ava Gardner: mujer/hechizo/imán/perra) no sólo está al medio de la desgracia del malogrado Ole Andresson, sino que está por sobre y por debajo de ella. Gran titiretera, sólo al final podremos entender cuál es la verdadera historia de amor que dice vivir el ingenuo Ole y cuál es el fin último que Collins estableció siempre para él.
Nuestro narrador y guía en este viaje es el agente de seguros Jim Reardon (Edmond O’Brien, el mismo de “D.O.A.” de 1950, una película que aún no me consigo, pero muero por ver, como el protagonista de esa película) y será quien se convierte en el héroe. Uno que anda con un misterioso pañuelo irlandés en la mano, que encuentró en el bolsillo del asesinado.
Nuestro héroe, en su encuentro directo con los protagonistas de esta enrevesada pero totalmente coherente trama -escrita originalmente por Ernest Hemingway en una novela del mismo nombre- nos irá ayudando a entender cuales son los eventos que pudieron hacer que un hombre decida que está en el final de la línea.
Aquí es.
Llegaron.
Mátenme ya.
Lt. Sam Lubinsky
Don’t ask a dying man to lie his soul into Hell.
Dirigida por el expresionista alemán Robert Siodmarck (El abrazo de la muerte, La escalera de Caracol) y fotografiada por un Dios Elwood Bredell.
PD: Casi son las tres de la mañana, muero de sueño, pero por fin vuelvo a 35milimetros, después de una semana realmente fatale. Sigamos con este proyecto suicida, ¿les parece?.
GALERIA