Viaje a la demencia
[ por: Micheell Toledo V. ]
Uno de los rodajes más caóticos que ha trascendido hasta el día de hoy ha sido el de esta magnánima obra de Coppola. Caótico por todo el dinero invertido, por la gran cantidad de problemas que existieron durante el rodaje, y por la manera que el relato nos lleva hacia la oscuridad, hacia caminos extraños, repletos de delirio. Porque más que una película sobre la guerra es la historia de un viaje, de un fin, de una senda que hay que seguir para comprender algo que está más allá de la simple política, de los simples embates capitalistas de la sociedad o de la eterna violencia genética de los hombres. Pues no. Y eso es lo que descubrimos en ese interminable viaje subiendo por el río hacia el infierno, hacia donde nadie quiere ir, hacia donde sólo un hombre atormentado como Willard podría querer llegar, pero ¿por qué?. El capitán necesita desesperadamente volver a estar en la línea de fuego porque al igual que el objetivo de su misión, el coronel Kurtz, ha entendido algo que está sobre cualquier explicación racional, que deja toda claridad de lado. El viaje sólo nos demuestra la cercanía y la exploración que hace el capitán por los límites de la locura, la demencia de la humanidad es la base de la búsqueda de Willard, porque sabe que no es un delirio pasmoso y aplastante, es una ilusión que te hace abrir los ojos, que te hace entender el entorno y lo asqueroso y repulsivo de la humanidad. Kurtz está escondido en las tinieblas, liderándolas, porque sabe lo que es el horror, ha visto el terror cara a cara, la locura, y ahora él está por sobre todo a lo que alguna vez sirvió con devoción.
La travesía se transforma de esta manera en un viaje de descubrimiento, de comprensión casi sobre humana, en donde para entender el fondo, hay que conocer el horror y salir ileso, asimilando una nueva concepción del mundo, un enfoque superior a todo lo que se conocía con anterioridad. No hay nada peor de lo que la guerra puede producir en los hombres, peor aún es no entender jamás que has cambiado, que te han transformado. Willard llega a las tierras de Kurtz y logra concebir inmediatamente lo que ha sucedido, pero también comprende que la locura se ha modificado, porque no es la demencia por contradicción, sino que es la demencia por poder. El coronel perdido ha caído en el mismo juego, en la misma frecuencia que sus enemigos, a los que defendió por tanto tiempo; es hora de que pague por eso. Y ante esto, Willard no está exento, él es el horror, todo lo que lo ha rodeado lo ha convertido en el hombre que de alguna manera quiso ser, dándose cuenta en el principio de la historia que dejar Saigon era lo mejor para su alma atormentada, en busca de horror, porque él es el horror. Ya no había nada que lo alejara de eso, nada que lo ayudara a volver a ser la persona que era antes, y estaba a tan solo un viaje de poder entenderlo todo, y darse cuenta que tanto él como Kurtz comprendieron la locura, encararon el horror de la humanidad en todo su esplendor. “El asesino se despierta antes del amanecer, se pone sus botas, toma una foto de la vieja galería y camina cruzando la entrada. Fue a la habitación donde vivía su hermana y luego pagó una visita donde su hermano y luego cruzó el pasillo y se acercó a la puerta y miró adentro: Padre. – ¿Sí, hijo? – Quiero matarte. Madre, quiero follarte”.
“Este es el fin. Mi precioso amigo, este es el fin. Mi único amigo, el fin”.
La prosa de Morrison describe finalmente la esencia de la película, la oscuridad, los secretos de las tinieblas de la humanidad. Saigon. El comienzo es el fin, y el fin es el comienzo del horror.
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