Llámenme Dude
[ por: Andrés Daly ]
Antes de leer lo que sigue sobre “El Gran Lebowski” (The Big Lebowski, 1998), una de las grandes comedias de todos los tiempos –y la mejor de ellas para mi gusto, dentro de la filmografía de Joel & Ethan Coen- te tengo una simple y deliciosa tarea, estimado(a) lector(a) y ahora dude de 35milímetros.
Toma un vaso, hielo, vodka, kahlúa, leche y nuez moscada –he agregado en un recuadro la receta para que no falles- y aprenderás algo invaluable en el camino. Créeme. Como el protagonista de esta historia, Jeffrey Lebowski, más conocido como “The Dude”, Duder, Dudeness o The Duderino -si no te gusta abreviar las cosas- quiero que, como yo, que escribo en estos precisos momentos, tengas un delicioso Ruso Blanco (White Russian) al alcance de tus manos y a centímetros de tus labios. Hey, si además quieres prender algún tipo de cigarrillo…. después… pues bienvenido sea.
¿Listo(a)?: Muy bien, ese es el espíritu. Salud. Sigamos, cuando eh…bah…¿en que estábamos?. Ah sí, iba a escribir algo sobre El Gran Lebowski… ¿ehm… les conté quien era Lebowski?. Entrada la noche y en el interior de un supermercado 24 horas, la cámara se acerca por medio de un travelling a un hombre de barba, pelo largo, lentes oscuros, short a cuadros, sudadera blanca, sandalias y bata café, que abre una caja de leche. Ese es Jeffrey Lebowski o The Dude (Jeff Bridges, construyendo un monumental ícono cult) y está haciendo sus compras con quien sabe que dinero, pues nunca lo veremos trabajar o tendremos ni la remota idea de qué diablos hace The Dude para vivir sólo de escuchar buena música, tomar Rusos Blancos y cervezas, fumar marihuana y jugar Bowling con sus amigos.
[being forced into a limousine]
The DudeHey, careful, man, there’s a beverage here!
The Dude no sólo es un vago. Es definitivamente el hombre más vago de la ciudad de Los Angeles y uno de los más vagos del mundo, nos cuenta “The Stranger” (Sam Shepard). Este es un narrador con voz de vaquero que algo disperso y bueno para divagar ehm… se pregunta como es posible que un hombre se haga llamar por su pares como “The Dude” (“compadre”, “compagrito” o “El nota” como dice un extraño doblaje). El Dude además, fuma probablemente demasiada marihuana y, por lo tanto, además de llevar una casi imborrable y calma sonrisa en su rostro, nunca parece estar muy seguro en realidad de dónde esta, de qué lo que está pasando o qué debe hacer. Con esta presentación magistral, el tono cómico, la dispersión, la atmósfera y el humor, una detallada construcción de personajes se va a implantar durante el resto del largometraje. Apenas están apareciendo los créditos iniciales y ya estamos entrando al mundo al mundo del bowling: hemos entrado al paraíso. Es el juego perfecto para que The Dude nos presentes a sus amigos: Walter Sobchak (John Goodman), un desquiciado y gritón veterano de Vietnam y Donny (Steve Buscemi), el silencioso hombre de las chuzas perfectas que es constantemente acallado por Walter; para que conversen sobre casi cualquier cosa y nada al mismo tiempo, todas las noches, rodeados de cervezas y sus sueños de ganar el campeonato local. Esta competencia es contra otro grupo de vagos y sujetos tanto o más locos que ellos. Entre estos está Jesus Quintana (John Turturro), el Gypsy King de las pistas, que estimula a su bola de bowling como si fuera su pene.
Jesus Quintana
What’s this day of rest shit? What’s this bullshit? I don’t fuckin’ care! It don’t matter to Jesus.
¿Pero a qué viene esta larga descripción de personajes?. Es que “El Gran Lebowski” nos maravilla justamente con una sucesión de personajes deliciosamente detallados, de características físicas y psicológicas fascinantes, en contextos –espacio y vestuario- acordes a sus personalidades, y que construyen una lista tan larga como lo es cómica. El guión irá hilando, de forma aparentemente aleatoria e imprevisible –lo que es una gran mentira, pues esconde la precisión admirable de los Coen en su guión- el cruce de todos ellos con nuestro protagonista, que los irá conociendo en el espacio de pocos días. Entre ellos están: El Gran Lebowski (un millonario en silla de ruedas enamorado de una actriz porno) y su fiel y políticamente correcto ayudante; Bunny (la mencionada actriz porno), tres músicos-alemanes-nihilistas-perdedores y la novia sin dedo de uno de ellos, un estiloso/matonesco productor de pornografía (que vive nada menos que en la Casa Elrod, diseñada por el arquitecto John Lautner en 1968) y sus dos descerebrados matones, un detective a la antigua que se mueve dentro de un clásico escarabajo, una artista visual intelectualoide obsesionada con su vagina y el más insoportable de sus ayudantes, un violento policía de Malibú que odia a los intrusos, un viejo guionista de Hollywood contenido dentro de una cámara hiperbárica, un niño ladrón de autos que debería usar diccionario, un taxista islámico amante de Los Eagles, un Saddam Hussein onírico (!), una veintena de bailarinas en un número a lo Busby Berkeley, ah, y se me olvidaba, una encantadora nutria.
Donny
Are these the Nazis, Walter?
Walter Sobchak
No, Donny, these men are nihilists, there’s nothing to be afraid of.
Esta es parte de la fauna desquiciada e hipnóticamente atractiva de Los Angeles, que los Coen nos muestran como un zoológico, y que rodea a los dos Lebowskis en una historia donde ambos son confundidos. La apacible vida de nuestro protagonista se trastorna cuando una pareja de matones orinan la alfombra del Dude Lebowski pidiéndole el dinero y la ubicación de Bunny, la novia del Gran Lebowski. Bunny ha sido, además, supuestamente secuestrada por una tropa de ineptos (los nihilistas), que piden el dinero de rescate al viejo Lebowski para devolverla sana y salva. El Gran Lebowski contrata al Dude Lebowski –que le viene bien el dinero, ya que está atrasado (como siempre) en la paga de la renta para su casero-bailarín (¿what?)- para que se haga cargo del caso. Por supuesto, de aquí en adelante, nada podría salirle muy bien al Dude, si es que se hace acompañar del orate de su amigo Walter.
The Dude
It’s like what Lenin said… you look for the person who will benefit, and, uh, uh…
Donny
I am the walrus.
The Dude
You know what I’m trying to say…
Donny
I am the walrus.
Walter Sobchak
That fucking bitch…
The Dude
Oh yeah!
Donny
I am the walrus.
Walter Sobchak
Shut the fuck up, Donny! V.I. Lenin. Vladimir Ilyich Ulyanov!
Donny
What the fuck is he talking about, Dude?
Una de las más grandes sorpresas de “El Gran Lebowski” es su fuente de inspiración. Para crear esta comedia negra, los Coen adaptaron “El sueño eterno” (The Big Sleep), novela de 1939 de Raymond Chandler, que fue filmada por Howard Hawks en 1946 en el clásico de cine negro protagonizado por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. ¿Qué? ¿Cómo diablos es que los Coen convierten una película de suspenso, un verdadero estandarte sagrado del film noir –que vi hace unos meses y acentuó mi adicción por el género– en esta comedia negra disparatada donde el Detective Philip Marlowe de Humphrey Bogart ahora es El Dude de Jeff Bridges, el hombre más vago del mundo?. La respuesta está en ese par de mentes distorsionadas y brillantes que pudieron convertir la épopeya clásica de “La Odisea” en la muy norteamericana, sureña y divertida “O Hermano, donde estás?”. Los Coen son los reyes de la adaptación original.
The Dude
God damn you Walter! You fuckin’ asshole! Everything’s a fuckin’ travesty with you, man! And what was all that shit about Vietnam? What the FUCK, has anything got to do with Vietnam? What the fuck are you talking about?
Lebowski, por muchas de las razones descritas antes, es la única película en la filmografía de los Coen que ha alcanzado un status de película de culto hoy en día. Sus diálogos adornan poleras, tazas, sitios web, se referencian en decenas de películas y hasta existe un festival anual en honor de la película, poblado por fanáticos. ¿Qué puede ser lo que mueve a sus adeptos, entre los que orgullosamente me encuentro?. Creo que es ese placer por ese humor inteligente, oscuro y casi perverso, observador, centrado en personajes, enredos y conexiones imposibles y situaciones tan absurdas como las que les gusta enrostrarnos muchas veces la vida: la mejor de las bromistas. Exagerado delirio natural, ayudado por analgésicos divertimentos, alcohol y un obnubilante exceso de marihuana. Elementos todos que no opacan el carisma indestructible de un protagonista, sino que lo multiplican, como también acentúan cada una de sus pequeñas desgracias. Nos hacen contraer el estómago de la risa y nos llevan a un viaje inolvidable, como el constante estado de desconcierto del Dude Lebowski, un hombre simple que gusta de simples placeres: l bowling, algunos infaltables vicios y los fieles amigos.
Y bueno, ¿otro Ruso Blanco my friend?, ¿un refill?. Vamos. Salud.
Bah…¿qué otra cosa tenía que hacer hoy? ah, no importa…
The Stranger
The Dude abides. I don’t know about you but I take comfort in that. It’s good knowin’ he’s out there. The Dude. Takin’ ‘er easy for all us sinners. Shoosh. I sure hope he makes the finals.
P.D. Hace unos meses, en “El mundo sin Brando” tuve la oportunidad de conversar y reirme bastante discutiendo sobre esta gran película con mi compañero radial Víctor Hugo Ortega y nuestro distinguido invitado de aquella sesión, Cristóbal Briceño, el vocalista del grupo musical Fother Muckers. Incluyendo algunas canciones del notable soundtrack de la película –y una actuación en vivo del invitado- descarga o escucha el capítulo completo aquí para continuar en la onda del Dude.
El mundo sin Brando #33
“Érase una vez un hombre llamado Lebowski” es el título del capítulo 33 de “El mundo sin Brando”. Daly y Ortega invitan al programa a Cristóbal Briceño, voz y guitarra de las bandas Fother Muckers y Los Mil Jinetes, con quien conversan sobre la gran película de los hermanos Coen: “El gran Lebowski” (1998).
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