¿Quién puede entender el mal?
[ por: Micheell Toledo V. ]
Sur de EEUU, 1980. La guerra entre los narcos ha comenzado de manera brutal. Ya no se encuentra en la oscuridad, en los secretos de la humanidad. Está a plena vista, en medio del desierto, dentro de la ciudad. El veterano Sheriff Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones) compara los viejos tiempos con el presente, cuando antiguamente los sheriffs ni siquiera andaban armados. Hoy en día eso sería imposible. Él sabe cuánto ha cambiado el mundo, lo ha vivido en carne propia, y es por eso que se ha transformado en un hombre que tiene miedo. No miedo de vivir, sino que de encontrarse algún día con algo que realmente no comprende. Y eso es contra lo que luchará.
El joven, pero intrépido Llewelyn Moss (Josh Brolin), en una maniobra sutil y bastante hábil, logra capturar un maletín repleto de dinero en una “pillada” de narcos. Aquí comienza la persecución y una sucesión de actos de extrema violencia, en donde el Sheriff Bell se mueve muy atrás en la investigación. Pero es entonces cuando aparece lo que nadie esperaba, menos el Sheriff: la maldad en su condición más pura. Anton Chigurh (interpretado por un brillante Javier Bardem), quien de manera bestial comienza la cacería para atrapar al hombre del maletín. El resto de la película es una maravilla de persecución, de jugar al gato y al ratón constantemente, mientras que la policía no puede seguirle los pasos a ninguno de estos dos hombres.
Pero los cuestionamientos que se plantean los Coen en relación a las acciones que apreciamos a lo largo de la trama no dejan de ser interesantes en la medida de que esas reflexiones se plasman de manera casi perfecta en el discurso de los personajes. Es Chigurh finalmente la maldad plasmada en persona a lo que Ed Tom nunca quizo enfrentarse, porque simplemente ni él ni nosotros lograremos entenderlo alguna vez. ¿Cuáles son los motivos para que Anton sea el asesino frío y despiadado que es?. Cuando aparece el personaje de Carson Wells (el sicario que viene en busca de Chigurh, interpretado por Woody Harrelson) le dice a Moss que Anton Chigurh – “no es como cualquier asesino, que se podría decir que incluso tiene principios.” – ¿Cuáles son esos principios? ¿Por qué un psicópata tendría principios? Y eso es lo interesante de todo.
Tal como lo plantea el Joker de Chris Nolan en “The Dark Knight”, la maldad no es una representación de un solo rostro, sus raíces son mucho más profundas de lo que alcanzamos a ver. Entonces, ¿por qué la maldad no podría sustentarse en principios? Y desde un punto de vista moral, ¿lo que hace Chigurh es realmente malo? Si logramos entender la base de las creencias que mueven al personaje, tal vez nos demos cuenta que tiene más claro que cualquiera las pequeñas diferencias que separan el bien y el mal. Es lo que pasa con el Joker, que es un personaje que se encuentra al margen de toda dependencia social, nada es bueno ni malo, simplemente es. Y juega con esa dependencia del resto a las normas sociales, porque la “maldad” en este caso, simplemente no cree en ése orden establecido.
En la mente de Bell no cabe esa racionalización. La maldad es maldad, y punto. Los únicos que son capaces de entender ésa alusión al nuevo concepto son Llewelyn y Carla Jean, su mujer. Y es por esto que se da el énfasis en el cambio generacional. Tal como Carson Welles también lo puede entender. Pero a Chigurh tampoco le importa que lo entiendan. Disfruta con ser un misterio, una adivinanza letal para el resto. Porque de verdad es un hombre tétrico. Desde el principio de la película cuando asesina violentamente al policía, podemos ver su rostro “enfermo” y deforme, disfrutando de la muerte. Se pasea por todas partes con su extraña arma, una válvula de aire comprimido que dispara de manera más silenciosa que una pistola cualquiera, y es al mismo tiempo, indescifrable para la policía. Se acerca a comprar a un negocio, entra en una discusión con un anciano, al que lo hace elegir entre cara y sello al lanzar una moneda. ¿La vida de una persona puede depender de condiciones azarosas? ¿O todo se mueve en la misma dirección?
La siguiente vez que Anton vuelve a jugar con la moneda es frente a Carla Jean, pero a diferencia del hombre del negocio, ella se niega a participar. Acto seguido, Anton está fuera de la casa mirándose la planta de los pies para verificar que no hayan quedado rastros de sangre. Chigurh acaba de violar sus propios principios. Las dos veces que jugó con la moneda lo hizo con personas que eran inocentes dentro de todo. Ha matado a alguien inocente, llevando a cabo una venganza contra Llewelyn. Y es castigado por eso. Anton recibe una condena por violar sus propias creencias y el azar lo alcanza; un vehículo repentinamente lo golpea de la nada, dejándolo en muy malas condiciones… pero no lo mata. Ningún hombre fue capaz de contener ésa maldad. De hecho, nadie. Él ha quedado suelto en algún lugar, moviéndose por todos lados, en busca de sus próximas víctimas, en busca de encontrar tal vez un rival digno, que entienda su posición.
El sheriff Bell visita a su primo Ellis, quien entiende lo que él ha estado viviendo. Y le dice claramente que no importa lo que crea sobre este mundo – “no hay nada que esté esperando por ti.” – El mundo no va a volver a ser lo que era antes, y lo que está sucediendo ahora ya no puede contenerse. Bell entiende que hay una parte de ése mundo que ha derrotado sus creencias. Se vio enfrentado a lo que siempre temió: a algo que nunca concebiría. Y así fue. La maldad sobrepasó cualquier matiz que podría haber imaginado. Pero si no logramos entender el mal, ¿cómo podríamos entender el bien?, ¿Cuáles son nuestros sentidos de justicia los que nos hacen creer que el “bien” sólo posee una faceta?. Tal vez esta lucha de infinita dualidad que se da entre el bien y el mal nunca acabe, porque los límites son tan difusos a veces, que no sabemos en qué parte de la línea nos encontramos. Mientras tanto, simplemente hay que optar por no interferir en el camino de aquello que no logramos comprender y adaptarnos ante los inevitables cambios de la creación. O como dice el sherrif Ed Tom Bell: “Seré parte de este mundo”.
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