Bill Cunningham New York

A fines del mes pasado en mi timeline en facebook aparecieron dos o tres comentarios alegres de despedida a Bill Cunningham, un fotógrafo de más de 80 años de edad que yo desconocía por completo, y que por lo que mis «amigos» compartían de él (y los no tan amigos también; esa facilidad de esa red social para catalogar a todo el mundo como tu amigo), Bill se veía constantemente armado de una vieja cámara análoga, una chaqueta azul intensa, una bicicleta y una gran sonrisa. Intrigado por el fotógrafo octogenario que parecía ser parte integral de las calles de Nueva York, deambulando con su cámara durante los últimos 50 años  -bajo el sol o la lluvia- busqué y vi este documental dirigido por Richard Press.

«Bill Cunningham New York» (2010) es un documental reciente -disculpen jóvenes, pero seis años no es mucho, esto no es Nanuk El Esquimal– que se enfoca en tratar de develar el misterio de vida y la sencilla filosofía de un fotógrafo que era tan amable como a la vez extremadamente humilde y solitario. Durante cinco décadas, Bill estuvo detrás de fotografías de moda, pero realizadas principalmente en la calle (como lo que hace actualmente The Sartorialist), todas ellas para el New York Times, con dos secciones permanentes en este diario. Un retrato -de millones de fotografías en 35 milímetros- de la moda callejera, registrando por igual el devenir de los vestuarios de peatones comunes, hombres, mujeres y niños; como también el retrato de los invitados a las fiestas de gala en Manhattan, las modelos de un importante desfile o simplemente cualquier cosa relativa al vestir en su ciudad -formas, colores, texturas, tendencias, etc- que detuviera a su ojo incansable.

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A propósito de The Sartorialist, estas dos fotografías del querido Bill son de él.

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Bill regresaba los regalos que le ofrecían, rehusaba agresivamente el dinero, comía de forma sencilla en cafés y restaurantes baratos, era dueño de todas sus fotografías para el diario y dormía en un catre rodeado de archivadores con todas ellas, todas sus imágenes, en un estudio tan diminuto, atiborrado de cajas y rudimentario que este no tenía closet, cocina o baño (que estaba en un pasillo, fuera de su estudio).

Interrogado sobre esta vida casi monacal -aunque sin la vida comunitaria de un convento- y dedicado únicamente a la alegría de su pasión fotográfica, el director logra en una secuencia -bastante dura- que Bill, sentado en el catre de su estudio-morada, deje por un momento su sonrisa y solloce silencioso, bajando la cabeza, cuando tiene que esquivar las explicaciones de una vida familiar que aparentemente condenaba su estilo de vida, las relaciones de pareja -suponemos- homosexuales que quizás nunca se atrevió a llevar completamente durante su vida y la religiosidad intensa que lo arrastraba a asistir a misa en una Iglesia católica, todos los domingos de su vida. Muy recomendable documental; con un director que persigue tenazmente a un hombre maravillado de su pasión (dice un artículo por ahí que Bill se negó durante 10 años a los ruegos del documentalista para que le permitiera filmarlo); vemos a un fotógrafo energético, entrañable, querido por todos en el New York Times, pero a la vez, como podemos concluir por esa escena que mencionaba al comienzo de este párrafo, un hombre que abandonó por completo su vida personal, para vivir únicamente detrás del lente.

El próximo largometraje de Richard Press aparece anunciado en IMDB como «La Casa Farnsworth», la famosa vivienda diseñada por Mies van der Rohe.

 

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El joven Bill
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Un cicilista alegre
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Una fotografía de Cunningham en 1973
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Reconocido por la industria de la moda, Cunningham siempre estaba en primera fila
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On the Street, la columna de Bill
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Trabajó hasta los últimos días de su vida. Aquí celebrando su último cumpleaños en el diario. Bill murió a los 87 años.

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