Mirando el vaso medio lleno
La película que más me he repetido en el año. Todo en ella tiene una chispa vital que hace querer mostrarla y volverla a ver una y otra vez. Partiendo por su actriz principal, la adorable Greta Gerwig en los pies de Frances Ha, la risueña protagonista de este cándido cuento moderno, pintado en blanco y negro, sobre los brincos y andanzas de una inclasificable y ni tan joven veinteañera que deambula por los rincones de Nueva York.
Frances Halladay (Gerwig) comparte un departamento en Brooklyn con su amiga Sophie (Mickey Sumner). Ambas son íntimas desde pequeñas. Corren, bailan y chismean juntas, hasta bromean pegándose aletazos. Se conocen de toda una vida. Según admite la propia Frances, “son la misma persona, pero con distinto pelo”. Pero aquel lazo está a punto de romperse: Sophie quiere mudarse con otra chica a Tribeca, un barrio donde siempre ha querido vivir. “No quiero hacerlo si tú no estás de acuerdo”, le sugiere a Frances. Esta titubea en su respuesta. No podría pagar un arriendo en ese lugar. Su mirada vacila. Quedarse sola no es una opción.
Decisiones mínimas como aquella construyen el universo de Frances Ha, séptimo largometraje del realizador neoyorquino Noah Baumbach que le ha devuelto el reconocimiento de la crítica, luego de las alabanzas recibidas por aquel entrañable relato autobiográfico titulado The Squid and the Whale estrenado en 2005. Siempre mirando el vaso medio lleno, Frances sortea las dificultades del día a día con un entusiasmo ejemplar; su filosofía de vida es levantarse firme después de cada caída. Por eso, tras “romper” con Sophie, Frances no da el brazo a torcer: se muda al piso en Chinatown de unos chicos ricos aspirantes a artistas. Ahí se mantiene hasta que, para su sorpresa, queda fuera del grupo de danza moderna en el que participa. Al borde de la quiebra personal se arma de valor y consigue un empleo sirviendo vino en eventos académicos. Una ocupación que está muy lejos de sus anhelos artísticos. Pero a ella no le importa. Su aprendizaje funciona en base al golpe y porrazo. Y como no conoce la derrota, apuesta siempre a ganador. Suena Every 1’s a Winner de Hot Chocolate. Cuidadosamente filmada y editada en base a breves escenas que fluyen con una agilidad magistral, Frances Ha viene a introducir una clase de personaje de un carisma y empatía muy ajenos a los tiempos que corren. Porque hoy sentirse medio loser es sinónimo de bajones existenciales y música depresiva. Y para Frances “estar constantemente cerca de conseguir algo” puede consolidarse en un estilo de vida, uno donde la risa y el entusiasmo están por sobre la frustración y las caras largas. Siguiendo la sobriedad y bajo perfil que cultiva su personaje, puede que Greta Gerwig sea obviada en la temporada de premios que se asoma. Porque pese a construir uno de los papeles más memorables y queribles registrados en los últimos años (también figura como coguionista del filme junto a Baumbach), demasiado optimismo puede que caiga mal a una Academia acostumbrada a galardonar seres heridos y desamparados. Puede sonar triste, pero a la vez es divertido, porque Frances Ha difícilmente podría encajar en los cánones de la industria. Habita una dimensión que el sistema jamás podrá colonizar. Ha Ha.