¿Hasta que punto es válido seguir la carrera de un director de cine, cuando ya se ha perdido la fe en él?…perdón, ¿es necesario tener “fe” en un director, estamos hablando de cine, no es verdad?, ¿qué pasa cuando uno no puede reconocer a quien una vez pudo definir y defender, casi sin dudas, como un heredero del mejor cine de suspense previamente realizado?, ¿qué diablos le pasó a ese joven talentoso, maestro in progress que llegó a Hollywood desde la India?. Todas estas preguntas, y muchas más, daban vueltas en mi estupefacto cerebro (confundido además por el más horroroso 3D) mientras trataba de comprender “El último maestro del aire” (The Last Airbender, 2010); la novena película escrita, dirigida –y casi siempre actuada en algún rol menor y egocéntrico, excepto esta- por M.Night Shyamalan.
Una película que, comparada con las anteriores del mismo autor, me temo que sólo puede compartir las letras impresas en la primera pantalla de sus créditos, aquellas que componen el nombre de quien se supone es el mismo realizador detrás de obras mayúsculas como lo son, a mi gusto, por su guión, suspenso y personajes en macabra temática sincronía, “El sexto sentido” (The sixth sense, 1999) y por esa belleza cinematográfica, metafórica y postulado definitiva sobre los comics y el heroísmo de “El protegido” (Unbreakable, 2000).
Hoy día, el guión lúcido, la dirección actoral, el impecable y único estilo visual característico, y la narración coherente han desaparecido ¡sin dejar ninguna huella! en el cine de Shyamalan. Elementos que aún brillaban, intermitentemente es verdad, en la última década. Imposible olvidar la menospreciada “Señales” (Signs, 2002), con sus brillantes secuencias de invasión extraterrestre (¿alguien puede olvidar ese video de cumpleaños que ocurría en Brasil?), esa familia solitaria sobreviviendo en una claustrofóbica y apartada casa en el campo; como no emocionarse con la música de James Newton Howard acompañando magníficamente las escenas más sobrecogedoras de “La aldea” (The Village, 2004), con esa escena de la mano de una chica ciega extendida hacia el terror de lo desconocido, hacia el lugar más oscuro del alma.
Lamentablemente, el cuento de una dama en el agua (Lady in the water, 2006) y un ridículo ataque de plantas rencorosas (The Hapenning, 2008) empezaron a mostrar, de forma preocupante, ese nuevo camino del director hacia la fantasía más absurda, en una ciega autosuficiencia, en la destrucción total de la suspensión de la incredulidad, ese principio básico que apunta a que el espectador no se ría cínicamente en un teatro, ante una sucesión insoportable de diálogos y situaciones completamente imposibles e irreconocibles.
“El último maestro del aire” es el intento desesperado por crear una nueva franquicia mágica para los años venideros (al estilo de las instauradas Harry Potter, El señor de los anillos, Las Crónicas de Narnia y el fracaso de La Brújula dorada) adaptando para esta historia la primera temporada de la serie de Nickeloedeon llamada “Avatar”, que ojo, nada tiene que ver con la película de James Cameron.
La película narra, de forma totalmente cruda, impensable, amateur e incluso racista, la historia de Aang (Noah Ringer, niño actor sin futuro), un pequeño que emerge congelado en el hielo, después de un siglo y que es, en pocas palabras: Keanu Reeves «El Elegido». Un niño místico, fruto de reencarnaciones pasadas, y que tendrá la habilidad de manipular con sus manos (en movimientos que parecen ser una mezcla de tai chi, danza y artes marciales) los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire. Estos cuatro elementos representan además a las cuatro naciones que viven actualmente en la Tierra.
De la subyugada nación del agua, los hermanos Katara (Nicola Peltz, siempre al borde del llanto) y Sokka (Jackson Rathbone, en otra espantosa interpretación, aún peor que la que nos regaló en S.Darko y Eclipse), serán los destinados a liberar a Aang y ayudarlo en su travesía. Todo gira entonces alrededor del proceso de liberación del cruel dominio de la nación industrializada del fuego, liderada por el Señor del Fuego Ozai (Cliff Curtis), el Comandante Zhao (Aasif Mandvi, caricatura ambulante) y el exiliado Príncipe Zuko (Dev Patel, lamentable después de lo brillante que fuera en “Slumdog Millionaire”), que busca, a su vez, capturar vivo a Aang para recuperar el respeto y amor de su frío padre.
¡Morboso desastre de proporciones épicas!, actuaciones sin alma y guía alguna, diálogos dignos del cine B más miserable, apagados y rígidos; espiritualidad de mercachifle, artes marciales sin gravedad ni carácter, montaje amateur, pero con una fotografía y un diseño de producción notables, tristemente elaborados al servicio de un director sumido en la pobreza narrativa y el sin sentido audiovisual más escalofriante, donde nos hunde en una tortura, de 103 largos minutos de duración.
«Your critics are like your hard teachers who tell you “you’re no good, you’re no good,” even if they secretly believe the opposite». – M.Night Shyamalan, Manhattan Movie Mag.
M.Night Shyamalan parece estar atrapado en una realidad paralela, donde las audiencias lo aman sin reparos en gran parte del mundo (excepto en EE.UU. según él), la crítica no lo comprende ni lo valora como corresponde a un gran genio de su talla, y su ego ha crecido hasta convertir a la autocrítica en un hecho totalmente imposible. Un panorama desagradable, aplaudido por un bufón.
«If I thought like you, i’d kill myself» – M.Night Shyamalan a una periodista mexicana.