Good Savage: Pinches gringos

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Siempre he estado convencido de que el género más difícil para realizar cine es la comedia. Con el perdón de los dramas, el terror, la aventura, la ciencia ficción y un largo etcétera que disfruto enormemente, para hacer una muy buena comedia no sólo se requiere de igual o mayor imaginación, un gran guión, la necesaria inteligencia para contar el relato de forma cinematográfica y novedosa, un buen desarrollo de personajes y llenar todas las infinitas casillas técnicas que cualquier otro largometraje pide -y todos sabemos que cualquier película requiere de un esfuerzo titánico para hacerse realidad- sino que además de todo esto necesita un elemento adicional: lograr una conexión especial con la audiencia que sea tan rotunda que logre hacerla reír genuinamente y que, terminada la película, permanezca con ella. Incluso, ser capaz de hacerla reír si la ven por segunda vez. Esto es tan difícil que hasta directores tan consagrados y referentes para quien escribe como Steven Spielberg o Brian de Palma intentaron hacer comedias que fracasaron estrepitosamente, como «1941»,»Wise Guys» y «La Hoguera de las Vanidades». Pero ¿qué diablos nos hace reír?.

Las fantasías de Maggie con Melitón

Vivimos en una época donde, además, las comedias han sido eliminadas de los grandes estudios preocupados de sus franquicias y sus películas de presupuestos estrafalarios, pisando huevos en el particular clima del año 2024 en el que no desean generar incomodidades a ningún grupo de personas, algo que les valdría una rápida cancelación y apedreamiento en redes sociales por los siempre dispuestos justicieros del teclado.

En las películas de los estudios, desde hace ya unos años, la comedia va sentada de copiloto -que intermitentemente tiene un breve permiso para abrir la boca- ya sea inserta en el género de aventuras, romcoms (principalmente) o con frases salpicadas por aquí y por allá en largometrajes de acción y también como relief en ese género en estado de enfermo terminal: los superhéroes. Los mismos estudios que en décadas previas se arriesgaron al hacer películas que terminaron siendo clásicos memorables, películas absurdas, pícaras, paródicas y varios vehículos diversos para explorar diferentes temáticas, con el objetivo de hacer reír al espectador; lo que antes se hacía a través de presupuestos pequeños, hoy ya casi no tiene cabida. He ahí la razón de existir de los A24, Neon y Blumhouse de este mundo en el campo del cine independiente en general.

Good Savage no es una película de estudio, nada más alejado, es una película indie -justo el territorio desde el cual una apuesta descabellada como esta es la única y realizable alternativa- que intenta y que logra parcialmente hacernos reír con la historia de dos gringos perdidos en México que se encuentran con su verdadera naturaleza. Para esto Good Savage se nutre de los clichés cinematográficos que hemos visto en tantas historias que retratan a México, lugar supuestamente lleno de Bad Hombres, como diría el «cabeza de pichí« y ex presidente estadounidense Donald Trump. Pero vamos por partes: veamos qué funciona y qué no. La risa no sólo es difícil de detonar sino que cada persona verá qué cosa se la provoca. Esta película es escrita y dirigida por Santiago Mohar Volkow, que vi en SANFIC justo a continuación de Martínez, otra comedia -bastante más melancólica- que comenté previamente.

Una pareja insufrible de gringos, Maggie (Naian González Norvind) y Jesse (Andrew Leland Rogers) viajan a México para vacacionar en una tranquila hacienda con el fin de descansar, mejorar su deteriorado matrimonio y realizar ambos un par de proyectos soñados, aprovechando el mágico entorno. Maggie es una escritora con un ego por las nubes, convencida que sólo necesita de este espacio para escribir una obra maestra de la literatura. Enamorada de sus pensamientos, busca terminar su libro y no puede estar más desinteresada en intimar con su marido. Por otro lado, Jesse es un autodenominado filmmaker de cine experimental que con suerte algún incauto ha visto brevemente en esa plataforma del ego audiovisual llamada Vimeo –hey, yo también tuve Vimeo y creía que era el séptimo cielo, mi tejado es super inestable, les cuento– ¿mientras espera (ingenuamente) ser descubierto por las masas?. Es que según Jesse, la brillantez de su obra fílmica está muy adelantada a su tiempo. Son, convengamos, un par de pelotudos. 

Maggie y Jesse

Los mexicanos del pueblo, especialmente Melitón (Manuel Garcia-Rulfo), se dan cuenta que la ingenuidad de los gringos es tal, debido a su deseo de seguridad -y los varios capítulos de Breaking Bad que tienen que haber visto- que no dudan en pagar «por protección» ante la posible furia de un supuesto capo de la mafia local. El dinero empieza a fluir entonces del bolsillo de Jesse hacia el astuto Melitón, que encarna no solo este contacto con el peligro, para ese niño grande e ingenuo que es Jesse sino que, al mismo tiempo, es la perfecta encarnación del Latin Lover que la gringa ansía, asqueada ante la posibilidad de intimar con un esposo a quien no le deja tocarle ni una pierna. 

Don Chelo la lleva

Por aquí vamos muy bien. Donde más se disfruta Good Savage es justamente en su crítica a la representación de México, en momentos notables como cuando Maggie camina por el pueblo y la película intercala su mirada asustada con esos planos de retratos de niños y adultos latinos mirando seriamente al centro de lente, mientras la siguen silenciosos; o cuando se ríe de las fantasías de teleseries trasnochadas con un hombre desnudo bañándose en el río en cámara lenta, los caballos salvajes, las pistolas, el forajido que se roba a la gringa, el desierto y la mujer vestida de blanco que se enamora prohibidamente del cura del pueblo.

Saca varias sonrisas cuando reconocemos estos guiños -mientras más películas has visto, mejor- y nos damos cuenta de lo plagada que está nuestra cabeza de un imaginario fílmico que si en los año noventa pintaba a México como una tierra amarillenta digna de otro planeta, en los 2000s y en la inmortal teleserie mexicana, gira en torno al azteca guapo, trabajador y de misterioso pasado -idealmente a caballo- que le ofrece un mundo de posibilidades a este par de «artistas incomprendidos» provenientes de la tierra del Tío Sam.

Don Chelo (Dario Yazbek Bernal), el verdadero capo de la mafia local y excentrísimo personaje -mi favorito en la película- está completamente obsesionado con su imagen de narco-galán, por lo que le pide (es decir, insiste a punta de pistola) a Jessie que le haga una película para mostrar su irresistible poder. Así, con la camarita francamente horrible de este especímen audiovisual, el delirio se hace realidad y veremos hasta el resultado de su película más adelante, con cartel de DON CHELO FILMS al inicio incluido, algo que como realizador audiovisual me hizo explotar de risa.

Jesse en llamas

 

We are not in Albuquerque anymore

Sin embargo, todas estas buenas ideas de Good Savage no terminan tan bien cuando extiende su estadía mas allá de lo necesario. Una comedia debe también saber cuándo cortar, jamás repetirse, seguir innovando. Cuando la película de Don Chelo se toma cada vez más la propia película Good Savage, esto se extiende sin ninguna piedad en el ultimo tercio del film. Lamentablemente aquí empieza a divagar, a reiterar las mismas bromas, a bombardearnos con los espantosos planos de Jesse y a convertirse en un extenso recorrido por paisajes, enfrentamientos violentos entre personajes, escenas surrealistas -como las de en un improvisado club donde Jesse se desata- rescates, muertes falsas y otros desvaríos mientras nuestro detestable filmmaker tiene cocaína hasta el centro del alma, ya convertido a estas alturas en una especie de Tony Montana audiovisual.

Mientras tanto, atrapada entre el querer escapar con Melitón en su fantasía latina y, al mismo tiempo, hacer lo posible por rescatar a Jesse de la mafia local, Maggie va errática de un lado a otro. Todo esto se me hizo eterno. Good Savage quema todas las buenas cartas que había puesto inicialmente sobre la mesa y terminó por dejarme con ese sabor lejano de una excelente partida, completamente perdida en el aire enrarecido de una historia que concluye demasiado tarde y con poca fuerza.

Good Savage (2023)
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