Alien: Romulus, nuevo amor por el horror

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Hace muchísimo tiempo que venía esperando una película de Alien que estuviera a la altura de las primeras dos entregas. Cuarenta y cinco años después del estreno de la primera película de 1979, un director uruguayo por fin hizo justicia en Hollywood y nos recordó en 2024 por qué nos gustaba viajar a las profundidades del espacio para sorprendernos y aterrorizarnos con nuestro xenomorfo favorito. Pero ¿cómo así Fede Álvarez (Evil Dead, Don’t Breathe) pudo hacer una mejor película que el mismísimo director que lo originó todo, Ridley Scott (basado en el guión perfecto de Dan O’Bannon), y que intentó volver a capturar la fascinación inicial por esta historia con dos precuelas, Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017)? y no solo eso, ¿cómo hizo Álvarez de esta séptima entrega de la saga uno de los mejores estrenos de cine de ciencia ficción y terror de la década y, además, una de las mejores películas de lo que va del año?.

Lo último que verás antes de morir

Nota: digo séptima entrega de la saga porque el sentido común me impide incluir a las gratuitas“Alien vs. Depredador” (2004) y “Alien vs. Depredador: Requiem” (2007), dos barbaridades sin ningún sentido más que la codicia, sin ningún respeto por la saga y que solo merecen, en mi opinión, pudrirse en el basurero del olvido cinematográfico. 

El director Fede Álvarez durante el rodaje de Alien: Romulus.

En una colonia futurista en un planeta remoto, bajo la permanente oscuridad y frío de un manto de nubes negras y lluvias constantes, Rain (Cailee Spaeny, en llamas después de Priscilla y Civil War), tiene un sueño recurrente: esta sentada viendo una puesta de sol en un paraíso natural, en otro planeta remoto llamado Yvaga. Rain sobrevive apenas en la colonia minera donde es prácticamente una prisionera, pagando deudas que nunca acaban a la peor empresa para trabajar de todo el universo conocido: Weyland Yutani, parte fundamental de todas las películas. Esta es una gigantesca corporación experta en explotar humanos hasta quitarles su último aliento o desecharlos, si es que tiene otros objetivos en mente. 

Únicamente acompañada de quien ella considera su hermano, Andy (David Jonsson), un androide dañado que fue recuperado de la basura por el fallecido padre de Rain, el futuro se ve muy oscuro para ella y su inocente hermano, que se comporta como un niño. En la colonia minera el destino parece ser único: trabajar hasta fallecer por alguno de los gases tóxicos de la mina. Salir de este planeta es imposible porque es la misma empresa la que autoriza los permisos de viaje y esto es algo que, a través de diversas excusas, nunca otorga a sus esclavos a sus trabajadores. Las salitreras chilenas se quedaron cortas. 

Andy (David Jonsson)
Rain y Andy

Pero hay esperanza: muy cerca de ahí, en el espacio próximo, una abandonada estación espacial va, sin tripulación, camino a su destrucción inminente contra un anillo de asteroides. Un grupo de viejos (y todos muy jóvenes) amigos invitan a Rain a unírseles en el Corbelan, una pequeña nave, para ir a saquear esta estación antes que se destruya, con el objetivo de robar equipos criogénicos que les permitirían a todos realizar el viaje, por su propia cuenta, hasta el planeta Yvaga. El grupo, en el cual se encuentra una ex pareja de Rain, su amiga y hermana de esta ex pareja y un insoporatable personaje al que le deseamos una muerte temprana, necesita realmente de Andy, pues es el único que como androide puede comunicarse directamente con Mother, la computadora de la estación, para acoplarse y abrir sus puertas. Por supuesto, la estación espacial no está desprovista de vida como ellos creían. Sobrevivir a las diversas formas del alienígena depredador y cumplir además su objetivo inicial de robar las cápsulas de sueño -el único que asegura una vida más allá de la colonia- y todo antes de la colisión inminente de la estación, convierte a la película en un tenso aparato explosivo, una mecha prendida a la que se le van acabando los minutos, mientra Rain debe dar una lucha como ninguna otra por salir con vida.

El director Fede Álvarez junto a Rodo Sayagues, cineasta también uruguayo con el que lleva trabajando varios años, escriben juntos el guión de Alien: Romulus desde la perspectiva de dos cineastas que crecieron y se enamoraron del séptimo arte, cuando muy seguramente vieron las películas originales siendo muy jóvenes. En su historia toman parte muchos de los elementos que son integrales a las primeras dos películas, sabiendo muy bien que es lo que queremos ver en pantalla como admiradores de la saga, en que consiste el centro de la historia que la hizo especial pero, también, saben responder con astucia a las ansias que tenemos de conectar con elementos nuevos y, especialmente, con una nueva protagonista que nos permita reflotar ese sentimiento de miedo y ese traspaso a la admiración que tuvimos no por el alienígena, sino por la protagonista original Ellen Ripley (Sigourney Weaver). 

Aliens (1986)

Ripley fue parte fundamental de la saga en cuatro de las siete películas. Pasó de ser un tripulante más de un grupo amenazado, inteligente pero inocente ante el horror, a una mujer aguerrida y madre sustituta que es capaz de todo por defenderse de otra madre fiera, la Alien madre de “Aliens” (1986), esa bomba atómica de acción que dirigió James Cameron y que probó por primera vez que una buena secuela era posible en este universo.

Desde la tercera película, dirigida por un atormentado (por el estudio) y novato David Fincher, una Ripley rapada, depresiva y prisionera deja de ser el personaje que conocimos, comenzando así poco a poco el desencanto y desorientación de la saga, que en la cuarta película del director de Amelie, Jean-Pierre Jeunet (Alien: Resurrección, 1997) se hace evidente cuando la historia se transformó en puro delirio y surrealismo sádico, uno bastante vacío y olvidable. Ripley ya no era más que una sombra difusa de lo que fue.

Aquí la primera decisión de Álvarez y Sayagues es clave, poniendo su película en la cronología justo entre las primeras dos películas, las más queridas, valoradas y recordadas de toda la saga, las más cercanas a la Ripley que conocimos. Se alejan de las ansias del viejo Ridley Scott por completar la saga con precuelas, que estuvieron enfocadas en una visualmente fantástica pero poco emocionante construcción de un mundo cada vez más complejo, dos películas mucho más preocupadas de sus androides y semi dioses que de sus protagonistas humanos, simple carne de cañón en mundos maravillosos. En contraparte -si, siempre habrán humanos desechables, delicias para el xenomorfo y para los espectadores- Alien Romulus busca que la audiencia reconecte con su protagonista, que si bien ya no es con Ripley (que va, temporalmente, en viaje en el espacio, a alguna parte del cosmos), sea con una nueva mujer joven cercana a nosotros, una humana con sueños con los que podamos empatizar y que podamos ver crecer en pantalla.

Rain (Cailee Spaeny)

La cronología de las películas quedaría en este orden:

  1. Prometeo (Ridley Scott, 2012) Toma lugar en 2091.
  2. Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017) Toma lugar en 2104.
  3. Alien:El Octavo Pasajero (Ridley Scott, 1979) Toma lugar en 2122. / Con Ripley.
  4. Alien: Romulus (Fede Alvarez, 2024) Toma lugar en 2142.
  5. Aliens (James Cameron, 1986) Toma lugar en 2179. / Con Ripley.
  6. Alien 3 (David Fincher, 1992) Toma lugar en 2180. / Con Ripley.
  7. Alien: Resurrección (1997, Jean-Pierre Jeunet) Toma lugar en 2380. / Con Ripley (o algo así).

Todas las películas están en Disney+, con posibilidad de arriendo también en Amazon y Apple.

 

La segunda decisión clave es volver al horror puro. Intensificarlo y hacernos sentir nuevamente que somos parte de una tripulación escuálida, en una nave muy poco apta, enfrentados a la imposibilidad de ganarle a un monstruo que sólo quiere perforarnos, meternos sus parásitos, explotar nuestras entrañas, usar nuestros cuerpos como nidos espantosos, despedazarnos y atravesarnos por el simple placer de la cacería. 

Así, con estos dos componentes muy bien alineados, una dirección muy inteligente, ideas originales que replantean al androide desde una nueva perspectiva y ofrecen nuevas escenas de acción que no habíamos imaginado antes, un diseño de producción para saborearse con naves, pasillos, imágenes del espacio y otras delicias de la ciencia ficción, un sonido excelente, estupenda fotografía (de Galo Olivares, cámara en Roma de Alfonso Cuarón) y un montaje impecable, Alien: Romulus se posiciona, para mi gusto, como la tercera mejor película de estos 45 años del monstruo bello y terrorífico de H.R. Giger, después del primer acercamiento al horror de la obra maestra de Ridley Scott, Alien: El Octavo pasajero y la infartante Aliens de James Cameron. Está en muy buena compañía.

Para disfrutar en la pantalla de cine más grande posible.

Alien: Romulus (2024)
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