El poder del punto de vista, la perspectiva desde la cual vemos el mundo, la forma en que la sociedad define lo que es correcto y lo que es equivocado, la violencia del juicio y del castigo, junto a las diferentes experiencias de vida de las personas que realmente no conocemos bien, se ubican en el centro de Monstruo. Dirigida y editada por Hirokazu Koreeda, autor de Broker hace un par de años y que puse entre lo mejor que vi en el 2022. Su nueva película está, sin duda, también entre lo mejor que he visto de lo que llevamos del 2024.
De Monster es mejor no saber mucho, por lo que solo tocaré brevemente la trama que Kore-eda nos presenta al inicio de su película. Una noche, un gran incendio destruye un edificio-burdel en la ciudad. Desde el balcón de un departamento conoceremos a Saori, una madre soltera que cria sola a su hijo Minato, que esta justo en ese momento en que cruzas de la niñez a la adolescencia. La madre está viendo cosas muy poco usuales en el comportamiento de su tranquilo hijo, algo muy grave parece estar ocurriéndole y algunos hechos lo confirman: su silencio y tristeza, andar sin un zapato, el pelo recortado por sí mismo, actos de violencia verbal y física contra su propio cuerpo, entre otros. ¿Qué esta pasando?. Contada desde su perspectiva, vamos a ir al colegio de Minato y enfrentarnos a la directora del colegio y al extraño profesor Hori, que se dice ha actuado de forma muy violenta contra el niño, pero que no sabemos bien hasta que punto, que fue lo que le hizo y que efectos está produciendo en el niño. Comienzan así las teorías en tu cabeza.
Pero momento, porque el profesor se defiende y da una versión de los hechos descabellada donde Minato no es la víctima sino que todo lo contrario. Pero los actos del profesor lo contradicen. Hasta aquí, podríamos imaginar para donde se dirige la película, pero el guión de Yuji Sakamoto y la dirección astuta de Kore-eda nos tienen preparados diferentes cambios de punto de vista, escenarios que nos van a hacer repensar todo lo que vimos antes y revisitaremos así las escenas -estilo Rashomon– completando la información que creíamos tener pero que en realidad, nunca tuvimos. Es que así es la vida: nosotros tenemos nuestra mirada para todos los hechos, pero hay tanto que no sabemos de lo que esta pasándole al otro, no solo a un extraño como la directora de un colegio o a un profesor, sino que también a alguien cercano como puede ser tu propio hijo.
Las ideas predefinidas que tenemos en nuestra cabeza, nuestras convenciones y aquello que asumimos que algo es o que algo ocurrió de cierta forma, basado en nuestra educación, en nuestras experiencias de vida y en las evidencias que tenemos a nuestra disposición es de lo que Monster quiere hacernos conscientes: ¿Como juzgamos a los demás? ¿Somos capaces realmente de entender la complejidad de los sentimientos de los otros? ¿Conocemos el dolor oculto de las personas que están creciendo y que no pueden expresarle bien al mundo lo que sienten?.
Monstruo hace algo muy difícil: durante sus fragmentos que saltan a diferentes puntos de vista, nos hace vivir experiencias distintas y busca colocarnos en el drama cotidiano que puede ser el estar en la piel de otros seres humanos. Esas dificultades que están viviendo en su vida dependen también de la edad y de su descubrimiento personal, afectado por sus cercanos: su mundo personal, el apoyo familiar, o los profesionales que los rodean.
Ver esta película es teorizar, por supuesto, sobre a quién se refiere por “Monstruo” en su título, ir develando el misterio con sus líneas temporales entrelazadas. Cuando se devela lo que en realidad estuvo en el fondo –sin spoilers– y quién o qué es el Monstruo, es muy emotivo por su complejidad y al mismo tiempo, por su simpleza. Estaba ahí a simple vista pero no pudiste verlo. Es una historia que no se cuenta mucho en el cine, por lo que uno como espectador también aprecia mucho cuando un guionista y un director esquivan convenciones cinematográficas: cuando no nos entregan eso que como cinéfilos nos han entrenado a recibir. Cuando nos sorprenden con otro camino, uno más difícil, pero también mas profundo.