La casa que Jack construyó

Hundido en mi butaca en una pequeña sala de cine, en una calurosa noche en el centro de Santiago, acompañado de varios anónimos y –supongo- atónitos espectadores, algunas preguntas flotaban intermitentemente en mi cabeza mientras veía “La casa que Jack Construyó», largometraje que nos regala el top five el random five de Jack, cinco macabros crímenes de un psicópata con un trastorno obsesivo-compulsivo. Estos homicidios son una pequeña parte de su gran «galería de arte», como Jack la llamaría: nada menos que 60 asesinatos cometidos durante varias décadas. Mientras estas preguntas flotaban en mi mente, aderezadas por esporádicas salpicaduras de sangre, no podía dejar de imaginarme, en el detrás de cámaras de la película, a su polémico director, el ex persona non grata Lars von Trier, con una provocadora y traviesa sonrisa en sus labios mientras decía «acción».

 

Jack: Some people claim that the atrocities we commit in our fiction are those inner desires which we cannot commit in our controlled civilization, so they’re expressed instead through our art. I don’t agree. I believe Heaven and Hell are one and the same. The soul belongs to Heaven and the body to Hell.

 

Pero antes de perderme en estas reflexiones en el cine -mientras sonaba de fondo la pegajosa “Fame” de David Bowie, como en su estupendo trailer- hagamos primero una brevísima sinopsis de la última película del director de “Anticristo”, “Melancolía” (por lejos, mi favorita del danés), “Dogville” (obligatoria para quien goce no sólo de ver una gran actuación de Nicole Kidman sino que también del cruce del cine, la arquitectura y el teatro) y de su anterior díptico “Ninfomaníaca”:

Jack (un excelente Matt Dillon) es un metódico y solitario ingeniero que siempre deseó ser arquitecto. Es que tal como proclamaba el personaje de George Constanza en Seinfeld, la brillante serie de los 90’s con la que aparentemente algunos millenials se sienten hoy profundamente ofendidos (sí señores y señoras, el humor parece haber muerto totalmente para algunes hoy en día):

«There’s nothing higher than an architect!”.

Así, como en la fantasía delirante de George y su alter ego arquitectónico Art Vandelay, Jack sueña con diseñar y construir (¡con sus propias manos!) su propia y perfecta casa en un increíble terreno que ha comprado junto a un lago. De esta obra veremos su estado de avance y de retroceso, pues Jack la demolerá cada vez que ésta no alcanza la perfección necesaria. Mientras transcurre este ir y venir, nuestro homicida protagonista nos relatará, a través de su diálogo con un misterioso anciano llamado Virgil, cinco episodios “memorables” donde éste asesinó a diversas personas que son, casi siempre, mujeres.

Los cinco episodios de Jack tratan de: como éste asesina de una insoportable mujer (Uma Thurman) que le pidió ayuda en la carretera; el estrangulamiento de dos mujeres al azar, a la segunda de forma muy rápida y a la primera de forma extremadamente torpe y dolorosa, escena que me recordó muchísimo a aquella memorable con Paul Newmann en «Cortina Rasgada» -una de las últimas películas de Alfred Hitchcock-  donde el director inglés nos muestra lo difícil y trabajoso que puede ser matar a alguien; el tercer episodio es la masacre de una inocente familia compuesta por una madre y sus dos pequeños hijos (el episodio más brutal de todos y, en mi pequeña sala, el momento donde un par de personas se pararon de sus butacas y se fueron); un cuarto episodio donde Jack le da cruel muerte a una mujer con la que mantuvo una relación de violento abuso psicológico y, finalmente, el quinto episodio trata del super-demente-plan de Jack para asesinar a varias personas con el uso de una sola bala de poderoso calibre, un Full Metal Jacket, alineando perfectamente para ello las cabezas de sus víctimas, como si se tratasen de fichas de dominó.

 

Jack: Albert Speer invented «The Theory of Ruin Value» by examining the Greek and Roman ruins, and constructed his buildings using both weaker and stronger materials so that they, in a thousand years, would appear as aesthetically perfect ruins.

 

¿Por qué será que von Trier siente la imperiosa necesidad de educar a su audiencia, como si de un profesor universitario se tratase, con esporádicas reflexiones filosóficas sobre el arte, la arquitectura y el crimen –acompañadas de lo que parecen sus respectivos powerpoint– en los diversos diálogos que su protagonista tiene con su invisible acompañante? ¿Por qué el viejo Lars siente que esta estructura favorecerá al relato y no, por ejemplo, explorar a su protagonista desde aristas que resulten menos literarias, más cinematográficas y complejas, por caminos que muestren al aspirante a arquitecto en mayor detalle, que delineen su personalidad fuera de sus homicidios, quizás en el reflejo de otras acciones de su pasado, revelando sus pensamientos y sus emociones de una forma que resulte un poco menos artificial y nos permita entender como es que éste hombre se construyó -o deconstruyó- a sí mismo?. Esta estructura reflexiva de los diálogos/presentaciones con Virgil que, hay que reconocer, le otorga algún grado de originalidad al relato, es también la forma que me desconectó del protagonista y de la narración de la historia durante varios momentos. Así, «La casa que Jack construyó» va divagando entre momentos de gran potencia cinematográfica (que calzan con los momentos de gran horror), con estos otros momentos casi gélidos, estáticos, expositivos y que contienen algunas repeticiones innecesarias y algunas ideas básicas expuestas. Uno no puede dejar de preguntarse ¿qué diferencia presenta esta ficción cinematográfica acerca de los pensamientos, fascinaciones y desventuras de un psicópata con otros más rotundos (aunque más tradicionales, es verdad) en términos narrativos, como por ejemplo los del oscuro mundo de David Fincher o, en un tono totalmente opuesto, el inolvidable (y yuppie) Psicópata Americano de Christian Bale?.

¿Será que la profesión del arquitecto quedará por siempre esterotipeada -en el cine… «cualquier parecido con la realidad es sólo coincidencia»- como un profesional digno de estudio psiquiátrico, que por lo general ronda la vecindad de la megalomanía?. Defina «arquitecto»: intelectual, obsesivo, controlador y compulsivo. Curioso. Nota: Soy arquitecto, por lo tanto no puedo evitar preguntarme esto (y… ¿preocuparme?).

Esta película contiene escenas extremadamente violentas. Lejos de los chorros de sangre kitsch de un Tarantino pop en “Kill Bill” o el de una oscura película gore con la motosierra de turno, aquí, bajo un lente bastante realista, Jack, por ejemplo, caza a dos niños reventándoles sus cabezas, tórax y piernas con un rifle, le cercena un seno a una mujer -todo en cámara- o le destruye medio cráneo a una mujer con el pavimento de una carretera, al arrastrarla atada durante kilómetros desde su furgón. No es, entonces, una película para todo público. Surge entonces, esa fastidiosa pero necesaria pregunta, vieja como el cine mismo y que los censuradores de campanas en mano tienden a repetir: ¿dónde se ubica la frontera donde un director se detiene y decide mostrar explícitamente la violencia y dónde será mejor sugerirla? ¿Lars ha empujado esta frontera en su cine poco a poco, película a película, únicamente por razones artísticas o también por razones comerciales? ¿que cine está construyendo Lars después de todo? y ¿Por qué películas que muestran bastante menos que esta pueden sentirse a su vez muchísimo más violentas?.

Luego de estos cinco episodios, el director nos lleva con su historia al mismísimo infierno, junto a Jack y Virgil, a un «escenario dantesco» -literalemente- como diría más de un periodista chileno, y así comienza una de las secuencias más memorables del cine de este 2018 que se acaba y con ella, una última pregunta ¿cómo es que Lars von Trier se las arregla siempre para lograr que quedemos hipnotizados por su cine -sea que nos guste o no- de paso regalarnos más de algún plano fotografiado con total maestría y que haga decirnos a nosotros mismos, casi en voz alta, «es que hay que ser bien hijo de puta para mandarse así como si nada ese tremendo e inolvidable final». 

 

Jack: But an artist must be cynical and not worry about the welfare of humans or Gods in his art.

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