Noche de soltero. Cervezas frías. Papas fritas. Dos películas seguidas con Liam Neeson asesinando a todo lo que se mueva. Sonaba como un panorama memorable. Desafortunadamente, mientras más progresaba la noche, más ridícula se puso la maratónica sesión de disparos, llamadas telefónicas, rescates y cuellos rotos.
Bryan Mills (Liam Neeson), el retirado agente de la CIA que juega golf y hace barbecues con sus también retirados amigos, vive ligeramente traumado por la experiencia que su eternamente hija adolescente Kim (interpretada por la actriz Maggie Grace, que si en la primera película de la franquicia tenía en realidad 25 años, para la tercera ya pasó a la treintena) vivió poco tiempo atrás en Europa (en Taken, 2008), donde fue secuestrada por una macabra organización dedicada a capturar adolescentes, drogarlas y convertirlas en esclavas sexuales, o algo por el estilo. Mala suerte para esta organización, pues el macabro papá de Kim se compró un pasaje y en 72 horas les quitó la vida a todos. Hasta ahí, todo bien.
Taken 2 (2012) inicia con una premisa interesante: los anónimos secuaces del antagonista -incluso ese Terrorist Number 12 de los créditos, al que le hicieron una ventilación en el cráneo, luego de invitarlo a saborear alguna bala disparada rápidamente por el irlandés- tienen, como no, hermanos, padres, hijos y amigos. Un funeral masivo de los despachados por nuestro querido héroe de acción sexagenario, en la película anterior, es entonces el punto de partida para que veamos ahora la venganza de otro padre, llamado Murad (Rade Serbedzija).
Veloz y hasta coherente, Taken 2 integra la acción a una trama donde el ex agente Mills, su ex esposa Lenore (Famke Jenssen), con la que tiene una ex relación que está al borde de comenzar una segunda oportunidad, y la mencionada ex adolescente Kim, viajan a Istanbul a pasar juntos unos días de vacaciones. Las vacaciones duran aproximadamente tres minutos en pantalla, pues Murad y un grupo de nuevos y anónimos secuaces -que pasarán, claro, a conocer las profundidades del cementerio al final del largometraje- harán lo imposible por capturar viva a la familia Mills. Sí, viva, pues son incapaces de asesinarlos en venganza en el acto, porque: 1. Se nos acabaría rápidamente la película y 2. Los guionistas apretaron el botón villano-pierde-el-tiempo-contando-todos-sus-planes-de-venganza, dándole dieciséis mil oportunidades al héroe de escapar, salvar a los suyos y revertir sus planes.
Entretenida, si bien muy inferior a la primera entrega de la serie dirigida por Pierre Morel, entre cerveza y cerveza no sé si le podía pedir más, supongo, a este largo que pasó a manos del director Oliver Megaton, donde incluso se trata de revertir el papel de víctima de Kim (una buena idea), transformándola en un personaje activo, que corre por los techos de la ciudad lanzando granadas (de forma totalmente random) ayudando a su padre, o convirtiéndola en una inverosímil gran conductora en una persecución de autos a toda velocidad por la ciudad. Es que la película comenzó con Kim aprendiendo a manejar, ¿ven que inteligente es el guionista?. En fin. Ambos directores son, aparentemente, amigos y socios de Luc Besson, el hombre detrás de los billetes y de las historias de Taken. Con la escena de un final feliz en un muelle, esta franquicia que partió como una saga plagiada inspirada en la cinematografía, dirección, locaciones y estilo de combate de la muy superior trilogía de Jason Bourne debería haber cerrado. Pero, ah, el dinero es muy tentador.
Taken 3, una película que ni siquiera busca simular una historia mínimamente creíble, tuve que soportarla hasta el final mientras miraba de reojo mi celular. Mills es perseguido incansablemente por la (incompetente) policía, en un plagio homenaje evidente a El Fugitivo (1993), mientras éste, a su vez, busca al hombre que asesinó a su ex esposa para probar su inocencia. Liderando la policía está Tommy Lee Jones Forrest Whitaker como Frank Dotzler, en un papel absolutamente olvidable.
El destino de Kim da exactamente igual, pues regresa para ser una simple secuestrada, NUEVAMENTE, en manos del villano de turno. Este último la abduce únicamente para ser perseguido implacablemente por Neeson, de quien desea escapar a toda costa, en primer lugar: ¿Qué puede ser más absurdo que esto?. No me queda más que concluir que la producción estima que buena parte de sus espectadores son, además, unos estúpidos y no serían capaces de leer entre líneas en el casting del muy serio y amenazante Dougray Scott, como el esposo actual de la fallecida Leonore. ¿Tenemos que creer que no es el responsable de su muerte y esperar 75 minutos para que se nos revele esta «gran sorpresa»?. Si el nombre no le suena, la cara sí: Dougray Scott es el antagonista en Misión Imposible 2 (2000) y Hitman (2007).
Escena de cierre en el muelle. DE NUEVO. Es que no se puede creer. Créditos al fin. Un último sorbo a la cerveza y apago el televisor.