Últimamente basar la ficción en supuestos hechos reales se ha vuelto una cómoda vitrina para los contadores de historias audiovisuales. Sobre todo cuando éstas últimas guardan relación con temáticas ligadas al horror o a fenómenos fantasmales. En este contexto, con una audiencia cada día más proclive a los relatos «inspirados en», cuesta encontrar narraciones cinematográficas que logren estremecer al espectador sostenidas en algo más que aquella presunta «veracidad» de la anécdota.
Dentro de este excepcional grupo sobresale un género que goza de plena popularidad por estos días: el found footage (o material encontrado). Filmado en primera persona, frecuentemente con la apariencia de un registro amateur y subjetivo, esta subcategoría apela a desafiar el pacto de lectura con el espectador haciéndolo partícipe en calidad de testigo ocular de las últimas imágenes capturadas por un aparentemente desaparecido protagonista. Nada de esto es verídico, por supuesto. Pero es ahí, en parte, donde está la gracia. En cómo el articulador de este testimonio irreal intenta convencernos de que algo así pudo haber acontecido.
Ejemplos sobran. Y varios se han anotado además como exitosos modelos de rentabilidad en la industria. Sin ir más lejos, The Blair Witch Project (1999), cinta impulsora de este movimiento, hoy continuado en entregas como Actividad Paranormal, REC, El último exorcismo, entre otras, ostenta el récord Guinness de ser el estreno comercial más rentable de la historia (costó $ US 22.000 y recaudó a nivel mundial 240 millones de dólares). Detrás de ese paradigma del material encontrado estuvo el realizador cubano Eduardo Sánchez, codirector de aquella película y hoy parte del equipo detrás de V/H/S².
Secuela de V/H/S, antología de horror estrenada el año pasado en el Festival de Sundance (y que pasó inadvertida en la cartelera local con el rótulo de «Las crónicas del miedo»), esta nueva entrega recarga el uso del found footage al igual que su predecesora, a través de cuatro sangrientas historias entrelazadas por una quinta que sirve de eje central.
Larry y Ayesha, una pareja de detectives privados, andan tras la pista de un estudiante desaparecido. Una vez que dan con el probable paradero del joven, descubren en su interior un cúmulo de televisores encendidos y de cintas de VHS esparcidas alrededor. Ahí mismo, un ordenador portátil muestra una grabación del muchacho perdido comentando el misterio detrás de estos videocassettes. Mientras Larry investiga el resto del inmueble, Ayesha introduce una de las cintas, dando paso al primero de los relatos, «Clinical Trials». Éste sigue a un tipo que suplanta el ojo que perdió en un accidente de tránsito por una cámara óptica de alta tecnología. Visto todo desde su perspectiva, el nuevo chiche lo dota de un sexto sentido espectral del que no podrá zafarse de otro modo que arrancándose la vista. Luego, en «A Ride in the Park», escrita y dirigida por el mencionado blair-witch-millionaire, un ciclista de paseo por un parque es atacado y mordido por una mujer. El incidente queda registrado por una cámara go-pro fijada en su casco, dando paso a una auténtica vuelta de tuerca al fenómeno zombie, narrada desde el punto de vista de un muerto en vida, con todo lo visceral y violento que pueda imaginarse. En tercer lugar, y quizá el punto más alto de la selección, está «Safe Haven», un apocalíptico relato sobre un grupo de reporteros indonesios que se adentran en las apartadas dependencias de un culto religioso que presagia el fin de los tiempos. Y por último, «Slumberparty Alien Addiction» registra cómo lo que comienza como una broma de cuatro púberes con una cámara de video termina en la hostil visita de seres de otro planeta.
Como todo compilado, V/H/S² tiene altos y bajos, pero en promedio supera con creces a su antecesora. Es más ágil, concisa y terrorífica (probablemente cueste olvidarse por un tiempo de la brutal tercera historia). Sin embargo, acaso sus más cautivadoras lecturas se desprenden del relato que ensambla a todo el conjunto. ¿Qué hay detrás de este collage fílmico que, reproducido en cierto orden, maldice a quien lo ve? ¿Quién recopiló todas las cintas y les dio un sentido fatal?. Habrá que esperar una tercera entrega para atar aquellos cabos. Por el momento, confiemos en que nada ni nadie surgirá desde nuestros televisores.