Guerra Mundial Z es una superproducción al estilo de Hollywood que cuenta con todo tipo de efectos visuales, un gran presupuesto que garantiza los destrozos materiales y una estrella mediática como protagonista, si a eso añadimos un director con algo de bagaje y pulso para las películas de acción, un compositor de bandas sonoras especializado en películas comerciales, tenemos como resultado una entretenida película de acción y aventuras. Lamentablemente no es una película de terror, incluso me negaría a admitir que sea una película de zombis, aunque afortunadamente consigue que el espectador no se aburra tras sus 116 minutos de metraje.
El atribulado guión de la película está basado en una novela de Max Brooks que fue estrenada en Estados Unidos el 12 de septiembre de 2006 en dos formatos: libro y audiolibro, en el audiolibro prestaron sus voces actores de primera fila como: Alan Alda, Mark Hamill, Jurgen Prochnow o John Turturro que narraban sus experiencias en la guerra mundial contra los zombis siendo entrevistados por el propio Brooks. Es decir, que Max creó su historia a modo documental y periodístico, con testimonios de personas supervivientes, sin un protagonista absoluto, y con unos zombis de apariencia tranquila, más cerca de la concepción de George Romero. Sin embargo, y muy a su pesar, llegan unos productores americanos, compran los derechos de la historia (se supone que por una cantidad estimable) y fabrican un pastiche mezclando elementos de varias películas inventándose un final abierto, un tanto rebuscado, que les permitirá, si la recaudación de la taquilla lo permite, volver a acometer una secuela poco más que innecesaria.
Un acierto de la campaña publicitaria, ha sido no revelar que la guerra mundial era contra los no muertos, en contra de otras apuestas hollywoodienses que en sus trailers ya destripan el contenido de sus obras. Marc Foster, el director, que tiene la suerte de contar en su haber con dos títulos estimables como: “Monster´s Ball” y “Descubriendo Nunca Jamás” opta por dotar a sus criaturas de pensamiento (un zombi conduce un camión, cientos de zombis forman una torre humana para saltar un muro) y agilidad (son sensibles al sonido y veloces) lo cual nos recuerda a los infectados por el virus de la ira de otra emblemática película del mismo género “28 días después” de Danny Boyle, aquí lo llaman el virus de la rabia. Otra característica que le resta realismo es haber digitalizado demasiado las escenas de masas de zombis al estilo de otra película “Soy leyenda” protagonizada por Will Smith.
La película fue rodada en Malta, Budapest, Londres y Escocia y debió haberse estrenado el 21 de diciembre de 2012 pero debido a desavenencias del director con los productores y drásticos cambios en el guión, el proyecto sufrió encarecimientos y retrasos. La productora Appian Way propiedad de Leonardo Di Caprio pujó en el año 2006 para hacerse con los derechos de la novela, finalmente la Paramount y Plan B propiedad de Brad Pitt se hicieron con el material literario. Un año después Michael Straczynsky recibió el encargo de escribir el guión, un trabajo urdido a modo de thriller que fue desestimado. Ya en el año 2009 Mathhew Michael Carnahan escribió el que sería el guión definitivo, guión que para Max Brooks sólo tiene el título en común con su novela.
Como curiosidad, en la novela figura China como el lugar donde el virus brota e infecta al paciente cero, ya había escenas filmadas al respecto, pero tuvieron que desestimar la idea en la película porque el gobierno chino se negó rotundamente a que su país fuese el causante de la pandemia y para no renunciar a su amplio mercado los productores transigieron y buscaron otra localización para el brote.
La película comienza de forma trepidante, no hay concesiones al aburrimiento, como dice Gerry, el personaje al que encarna Brad Pitt, un investigador de la ONU retirado, el movimiento es vida, y durante todo el film su protagonista está viajando y en movimiento, trata de buscar el origen de la pandemia con la esperanza de encontrar una vacuna, acompañado por un equipo de SEALS que lo escoltan. Nada más lejos de la realidad, no sería descabellado pensar que las futuras guerras mundiales serán químicas o bacteriológicas ya que no hará falta trasladar grandes ejércitos ni gastar cantidades ingentes de dinero en armamento para aniquilar al oponente, sino que la frase de Thomas Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre” cobraría un significado mucho más violento y cruel que el que ya tiene, seríamos nuestros propios depredadores. Virus introducidos en la cadena alimentaria que modificarían nuestro metabolismo, drogas de diseño , chemtrails, bastaría con liberar varias cepas de laboratorio en un lugar clandestino y esperar su rápida propagación.
Me imagino lo que hubieran rodado cineastas como Bergman, Kubrick o Tarkovski con material de este tipo en sus manos, una oportunidad para crear joyas del cine de terror o hasta relatos filosófico-metafísicos tomando a los no muertos como alter ego del ciudadano urbanita posmodernista del siglo XXI, deshumanizado, violento, entregado a los instintos, todo un caldo de cultivo del que podrían emanar obras de la mejor ciencia ficción, pero lamentablemente tenemos que conformarnos con películas comerciales recosidas para recaudar dinero y no para hacernos reflexionar a la vez que aterrorizarnos.