Un documental para (re) conocer la cultura mapuche.
[ por: Camila Alcaíno ]
Dirigido por Pamela Pequeño (2012) el documental de 53 minutos narra la historia de una profesora mapuche, Elba Huinca, quien enseña mapudungun a niños de educación básica de un colegio en la comuna de Renca. A través de sus clases busca rescatar la lengua mapuche, al tiempo que inculcar el respeto hacia las diferentes culturas.
“Dungun, la lengua” es un largometraje que se desarrolla aparentemente sin pretensiones, pero que mediante un lenguaje amigable expone diferentes temáticas: la discriminación, el poco conocimiento que existe en torno a los pueblos originarios de Chile, la creciente inmigración que vive el país y los prejuicios que se han creado sobre esto nuevos habitantes del territorio.
El documental presenta la realidad contemporánea del pueblo mapuche, una cultura olvidada, poco respetada y que sólo a momentos el chileno recuerda: para las celebraciones nacionales, para los eventos escolares u otros momentos que no son más que la folclorización del pueblo que al sur de Chile aún lucha por mantenerse con vida.
Elba Huinca vive en la comuna Renca de la región Metropolitana, sin embargo, su historia comienza muchos kilómetros al sur de la Capital de Chile, en la región de la Araucanía. Donde nació y fue criada, y donde también sus padres le negaron la enseñanza del mapudungun, ellos creían que si Elba no hablaba como ellos no viviría la discriminación que ellos sufrieron.
“¿Por qué lloras mamá?”, “¿por qué estás enferma?” canta Elba – la profesora- a la Ñuke Mapu (madre tierra), mientras pasea por el lugar que la vio nacer, mientras la imagen audiovisual y la voz de esta mapuche que se ha integrado al sistema dominante de Chile lucha desde las trincheras de la educación por mantener su cultura viva, esa que sin lengua propia está destinada a perder sentido y finalmente desaparecer.
Utilizando pocas locaciones la realizadora del documental logra construir el mundo interior de Elba. Su casa, el trayecto hacia el colegio, su sala de clase, el patio de la escuela y unas pocas tomas de su territorio natal son los escenarios que evidencian mucho más que la historia de una profesora.
Dividido por las estaciones del año, el guion se configura cronológicamente, retratando la cosmovisión de la cultura mapuche a través de la interpretación temporal que ellos mismos realizan; comienza junto al año mapuche, en el solsticio de invierno, que ha iniciado para terminar en la misma fecha al año siguiente. Así mismo, en este tiempo que va desde principio a fin y que termina donde parte. Mediante un desarrollo cíclico, el aprendizaje de los niños en la sala de clases se va exponiendo paso a paso. A medida que avanza el documental el espectador los puede identificar y hasta conocer a sus familias, quienes aparecen en las reuniones de apoderados y en ocasiones incluso muestran curiosidad por esta cultura folclórica de la que poco y nada saben, y de la que ahora sus hijos le enseñan.
En el momento en que el espectador parece tener todas las respuestas, el documental sorprende con la aparición de un apoderado que ahora aprende del pupilo, de su hijo, un niño pequeño que parece haber encontrado significado en cada una de las prácticas y elementos culturales que la profesora Elba le ha enseñado. Ahora le enseña a su padre a tocar la trutruca.
Por otro lado, la pobreza se posiciona en el filme como sinónimo de construcción, de posibilidad y de aprendizaje mutuo: así como Elba les enseña a sus alumnos su lengua y cultura, respeto y tolerancia, ella continua aprendiendo –gracias a un programa de gobierno- esa lengua que le fue negada por sus padres para no ser discriminada, al tiempo que practica día a día con sus pequeños estudiantes, que reconocen esta cultura casi olvidada en la identidad nacional.
El largometraje ha sido distinguido en dos ocasiones: en el 2012 obtuvo el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Antofagasta y en el 2013 logró la misma distinción, pero esta vez en el festival de Cine de Mujeres (FEMCINE).