Demolición
Esto ha traído resultados memorables en géneros que no tienen nada que ver con la comedia como por ejemplo con la sufrida «Carrie» (1976) de Brian de Palma. En los 80’s, este tipo de películas «de iniciación teen» constituyó casi un género en sí mismo, como consecuencia del reconocimiento -algo tardío- de la industria hollywoodense de que en el mundo adolescente, cada vez más sexualmente activo, se encontraba una fuente inagotable de tickets por vender. Ahí se encuentran películas como Negocios Riesgosos (Risky Business, 1983), con un adolescente Tom Cruise manejando un prostíbulo desde la casa de los padres ausentes, placeres culpables como Novia se Alquila (Can’t Buy me Love, 1987) con un nerd Patrick Dempsey alquilando a la cheerleader queen para ascender en el escalafón de la popularidad y, más recientemente, la inteligente «Easy A» (2010) con Emma Stone: una película homenaje a varias de las mencionadas anteriormente (incluyendo a Ferris Bueller’s Day Off de John Hugues) y que nos presenta una protagonista que vende virtualmente -pues es sólo un acuerdo monetario con geeks, gays y otros personajes que buscan escapar del infierno- su sexo para subir la popularidad tanto de las parejas que dicen haber estado con ella como, también, la de ella misma, hasta alcanzar el codiciado status de very sexy bitch.
De las mediocres en este género, mejor ni hablar.
¿»Project X» donde se ubica en este género? Casi en el medio, salvada parcialmente de no caer en la mediocridad, gracias al fantástico caos de su segunda mitad. Porque el que es claramente su objetivo principal -provocar la mejor representación en la pantalla de una caótica fiesta púber, es decir, LA fiesta definitiva de su género- desplaza en Project X por largos momentos al debería ser su foco: sus protagonistas. Es en esta fiesta de destrucción, sensualidad, drogas, poco criterio y censura, donde el caos de la película -paradójicamente- le da sentido y permite disfrutarla mientras se la ve. Al menos, hasta que se la trague el olvido.
El problema está en la reciclada historia del héroe que presta la casa y está obsesionado con una femme fatale adolescente, que además está enamorado – ¿sin saberlo sólo hasta los últimos minutos?- de su mejor, fiel y no correspondida amiga (cliché de clichés). A este se le suman dos personajes también del alfabeto: un siempre cercano e insoportable mejor amigo que prenderá la mecha de la destrucción y la tercera rueda (inadaptada, el nerd entre los nerds) que está ahí como alivio cómico y gozar la fiesta en segundo plano.
Ese real espíritu de demolición, una rara – cada vez más ausente en Hollywood- y agradecida cuota de intermitente erotismo desenfadado, al estilo Wild On (si, con vasos rojos de plástico, ojos desorbitados por el alcohol, senos al aire y mucho griterío) abunda y si no es lo suyo o no pretende volver a meterse en la cabeza de un adolescente por noventa minutos, no se meta.
Trailer
Que inocente era esta destrucción de una casa en una fiesta ochentera, en comparación [Weird Science]