Coartadas muchachos, coartadas.
Un cabizbajo ingeniero llamado Scott Henderson (Alan Curtis) conoce en un bar a una mujer con un particular sombrero sobre la cabeza y una depresión a cuestas. Scott, dispuesto a no pasar la noche solo pateando piedras después de haber discutido, una vez más, con su esposa -que se ha quedado en casa y que no hemos visto- invita a la extraña mujer junto a él en la barra a que lo acompañe al teatro, usando dos entradas que están a punto de irse a la basura.
Tristes compañeros de la noche, sin atracción alguna ni proyecciones a ser nada más que eso, Scott y la mujer se suben a un taxi, van al teatro y se despiden con la condición de no intercambiar nombres, para no verse más.
Craso error para Scott.
El ingeniero vuelve a casa para encontrarse con una tropa ansiosa de detectives y policías en torno al cadáver de su asesinada esposa. Ésta fue estrangulada con una de las corbatas de Scott, poco después –estima la policía- de la discusión de Scott con ella, que fue, auch, escuchada por los vecinos. Henderson dice que él no fue y que estuvo toda la noche con una mujer…que se llama…eh… no sé.
Scott está en grandes problemas cuando no sólo él no sea capaz de encontrar a la misteriosa mujer con la que pasó la noche, sino que, para su horror, cuando todos sus testigos: el dueño del bar, el taxista que los transportó y la gente del teatro mientan y digan que jamás han visto a esta mujer “fantasma” de la que les habla el que es el único y principal sospechoso del crimen de su mejor.La policía se soba las manos de placer. Caso cerrado.
Fantástica película dirigida por Robert Siodmark –hermano de Curtis, ¡el guionista de The Wolf Man!- que cambia rápidamente de protagonista para dejarnos ya no con el distraído y condenado Scott, que cuenta los días para sentarse en la silla eléctrica luego de su juicio express –porque a los gringos les encanta freír a los sospechosos- sino que con su bellísima y fiel secretaria, Carol Richman (Ella Raines, en apariencia una mezcla perfecta entre Lauren Bacall y Sherilyn Fenn).
Carol está enamoradísima de su jefe, razón de más para salvarlo de la silla. Scott, por otro lado, sin coartada y, como digno ejemplar masculino, incapaz de interpretar las señales de su muy enamorada empleada, tiene, lamentablemente, pocos amigos que puedan ayudar a Carol en su desesperada búsqueda del verdadero asesino y las razones de las mentiras de los testigos de “la mujer fantasma”.
El mejor amigo de Scott, Jack Marlow (Franchot Tone, me-mo-ra-ble) es un escultor obsesionado en esculpir sus manos –hint– que se ofrecerá para ayudar a la afligida Carol y a también a uno de los detectives que, off the record, aún cree que se ha culpado al hombre equivocado.
Esta película me hizo exclamar amor incondicional a Robert Siodmark – un bromance que tendré que suplir con la búsqueda de la filmografía del director, más adelante, para otra semana en esta columa por ejemplo- tan sólo con una secuencia delirante –y casi gratuita- en que Carol se disfraza de femme fatale para engatusar a un baterista: un posible testigo del verdadero asesino.
Una joya:
Algunos espacios memorables de «The Phantom Lady»:
Seguimos con las Femmes Fatales y el Cine Negro en la próxima una película al día…