Destinos escritos
[ por: Andrés Daly ]
Saldando la deuda cinematográfica con el último de los monstruos clásicos de la semana -y abandonando a James Whale- llego por fin a El Hombre Lobo (The Wolfman, 1941), también producida por los estudios Universal.
La vieja mitología del licántropo se revitaliza en esta película dirigida por George Waggner, con nuevos elementos agregados al mito en el guión de Curt Siodmack, como darle más importancia a la luna relacionada a la aparición del hombre lobo, la aparición de pentagramas en las manos de las víctimas, el poema «legendario» sobre el licántropo, entre otros. Pero donde realmente está el valor de la película es en la construcción de esa figura trágica, en el destino del hombre mordido, que empieza a descubrir, lamentablemente, en lo que se convertirá inevitablemente: una bestia asesina que no discrimina víctimas, incluso, a la mujer amada.
Even a man who is pure in heart
and says his prayers by night
may become a wolf
when the wolfbane blooms
and the autumn moon is bright.
Es esa dualidad entre el deseo de ese hombre por una mujer y la potencial destrucción de la misma, donde se encuentra el centro más emotivo de la historia; resaltada en esa melodramática interpretación del hombre-demasiado-bueno al que se le revelará, de forma amplificada, el lado oscuro (que todos llevamos dentro), Larry Talbot (Lon Chaney Jr.).
Lon Chaney Jr., con su apariencia de gran hombre bonachón, común y corriente, se opone a la figura del galán más estereotípico del Hollywood de la época, lo que hace que no sólo nos identifiquemos más con su tragedia, sino que sea más coherente esta figura del lado oscuro dentro del buen hombre.
Talbot vuelve al pueblo del que se fué hace muchos años para reencontrarse con su padre, Sir John Talbot, personificado por Claude Rains, el hombre que no vimos el viernes. Revelándosenos, a los pocos minutos, que el fallecido hijo mayor de Sir John (una figura ausente retratada en un cuadro colgado en casa del padre), tenía una especial relación con Sir John y era el verdadero vínculo entre éste y su hermano menor, agrega a la película una dinámica interesante entre estos dos personajes reencontrados. El remake del año 2010 (The Wolf Man de Joe Johnston, una buena película) también supo explotar esta relación padre-hijo, con Benicio del Toro y Anthony Hopkins interpretando estos dos papeles. Será una relación, algo distante, que hacia los últimos minutos de la película finalizará, haciendo literal el enfrentamiento padre e hijo subyacente.
Mención especial a alguien que no he nombrado en las reseñas de esta semana y tiene aquí un papel fundamental, como bien me hizo saber un amigo: el artista Jack Pierce. Frankenstein, La Momia y ahora El Hombre Lobo no tendrían estas icónicas representaciones en el cine -que han inspirado tantas secuelas y ripoffs– sin la mano de Pierce, talentoso artista del maquillaje, que logró darle formas concretas y perdurables a nuestra imaginación.
Atención con la fotografía de Joseph A.Valentine, excelente artesano de la imagen – cinematógrafo de Alfred Hithcock en Saboteur, Shadow of a Doubt y Rope – un hombre que se fue demasiado pronto, antes de cumplir los 50 años de edad, y que aquí retrata imágenes gloriosas bañadas en niebla, de pueblos en la oscuridad, laberínticos bosques, un campamento gitano y viejos sepulcros; en los espacios diseñados por Jack Otterson (The Killers).
PD. Desde mañana lunes, la semana completa les pertenece a ellas…