Forever alone
[ por: Andrés Daly ]
Now we are talking. Mucho mejor. Después de la decepción de ayer, me tocaba ver la secuela de Frankenstein (1933): La Novia de Frankenstein (1935), dirigida, nuevamente -esta semana de monstruos ha sido casi toda suya- por James Whale.
El guión, escrito por once personas (basándose, todos ellos, tanto en la historia de Mary Shelley como en la adaptación anterior) contiene, justamente, todo lo que uno espera de una buena secuela. Luego de un inicio muy inteligente, al menos como concepto, pero que resulta en su ejecución bastante torpe (y pobremente actuado) donde vemos a Mary Shelley, su marido y un amigo recapitulando la historia, convenientemente para el espectador perdido que no tiene ni idea de lo que pasó en la primera película. Mencionan en su conversación, rápidamente (y además veremos unas instantáneas imágenes, como brevísimos flashbacks) todos los elementos claves de la trama. Instigada a no abandonarlos con ese final tan abrupto, en el cual, les recuerdo, Frankenstein terminó dentro de un molino en llamas al final de la historia anterior, con una muerte segura, como también parecía haber muerto el científico que lo creó, Shelley decide sorprender a los dos hombres que la acompañan con una continuación.
Con el toque milagroso del creador, Shelley les/nos cuenta cómo fue que tanto el monstruo, como el hombre que se volvió loco creándolo y jugando a ser Dios, en verdad, no murieron. Shelley nos convencerá fácilmente.
Así comienza una película que no tendría porqué llamarse la novia de Frankenstein, pues esto puede despistar al espectador, como al menos a mí lo hizo. Este personaje, la así llamada «novia de Frankenstein», es tan solo un pretexto para dar un toque de gracia -bien dado- a nuestro pobre protagonista, que ya sabemos, no es en realidad el científico, sino que es otro: un esquema de hombre construido a pedazos y visto por el resto como un monstruo. La novia de Frankenstein aparecerá, solamente, ¡cuando queden menos de diez minutos de película!. Y desaparecerá tan rápido como llegó. No les contaré cómo o porqué, pues ahí esta la genialidad de la historia, en el cómo se utiliza este nuevo personaje para decir algo, mucho más profundo, de aquel que realmente nos importa, Frankenstein, y como podremos así ver los restos de humanidad que este aún contiene: con todo lo bueno y todo lo malo de nuestras cualidades humanas.
Lo anterior es muy positivo: significa que tanto Whale como todo el equipo detrás de la película supo reconocer que el monstruo de Frankenstein en la película anterior, si bien tenía una presencia mucho menor que en esta, era muchísimo más que una triste abominación o una señal de peligro caminante. El monstruo descerebrado -o con un cerebro «anormal» y algo psicopático- mostró en la entrada previa ciertos rasgos que ahora se explotan aquí de mejor forma. Si en la película pasada teníamos la secuencia entre Frankenstein y la ingenua niña de las flores -que terminaba asesinada accidentalmente por el monstruo- acá tenemos el personaje de un solitario ciego, que le enseña a Frankenstein a superar algunos de sus miedos, a apreciar la música, a diferenciar lo bueno de lo malo («good»! «bad»!) y a reconocer en él algo muy importante, algo de lo que carece: un amigo.
Gran película, que complementa la imagen oscura, esa estética gótica, tétrica de la película anterior que aquí se mantiene -con la que Tim Burton tiene sueños húmedos por las noches y ha sabido replicar y profitar exitosamente durante toda su carrera- con otra imagen que acompaña los momentos en que nos metemos, como aquel del ciego y el monstruo, de a poco, en la cabeza y los sentimientos de Frankenstein.
PD. Lo malo es que Whale insiste en achacarnos con esa vieja histérica e insoportable que es Una O’Connor, que por suerte aparece brevemente, para pegar uno o dos de sus alaridos de rigor y desorbitar sus ojos como una demente. Por Dios, no soporto a esa señora.
Mañana domingo 10 de marzo finaliza esta primera semana de regreso de «Una película al día» nada menos que con un hombre lobo…
Terminemos el artículo con estilo: