[ por: Luis Felipe Zúñiga ]
La prensa fue o la radio tal vez, entonarían Los Prisioneros hace casi tres décadas, intentando dar con el culpable detrás de la muerte de Marilyn Monroe. El caso es que estos días la desaparecida actriz de platinada cabellera es el objetivo de flashes y lumbreras bajo el semblante de la talentosa intérprete Michelle Williams, quien este domingo sabrá si se lleva el Oscar a Mejor Actriz por encarnar genuinamente a la diva. Este rescate del ícono sensual que figuró en la pantalla grande en las medianías del siglo pasado viene de parte de la adaptación cinematográfica que el debutante director Simon Curtis hizo del libro de memorias de Colin Clark, un empleado de Sir Laurence Olivier durante el rodaje de la cinta El príncipe y la corista. En dicha producción, Marilyn daba vida a la mencionada showgirl, y fue ese período de filmaciones el pretexto que Clark utilizó para redactar las líneas que inmortalizaron su semana con la estrella hollywoodense.
Romántica a simple vista, inflada de sobremanera por la crítica quizá por el talento marketero innato de su distribuidor, papá Harvey Weinstein, la cinta no trasciende de la anécdota y abusa en parte de las dos punzantes ideas que acabaron con la vida de la abrumadora artista, su carisma y su inseguridad. Sólo para curiosos.
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