»La guerra es una droga», resume la frase que abre la cinta ganadora del Oscar 2010, Vivir al límite (The hurt locker) atribuida al reportero Chris Hedges, sintética cita que quizá resume el afán de un sinnúmero de documentalistas por filmar las experiencias de aquellos jóvenes soldados malheridos que vuelven del frente bélico sumidos en una fosa existencial, una grieta profunda que pocos logran zafar. «Hell and back again» dirigida por el fotógrafo devenido en cineasta Danfung Dennis está nominada al Oscar por Mejor Documental, y es el último de aquellos registros abocados a documentar el crudo presente de estos tempranos «veteranos» de guerra que transitan el ambiguo camino de la depresión postraumática. Se da con estas películas una suerte de atractivo subgénero que año a año viene a reemplazar lo que en los setenta reflejaban las cintas de ficción bélica desprendidas de la guerra de Vietnam. ¿Para qué inventar historias si la misma realidad nos las provee? El enfrentamiento armado contemporáneo, vale decir los conflictos desarrollados en Afganistán, Irak y ahora más que nunca en los países del norte de Africa, es un poderoso recurso para generar arcos dramáticos que toquen las entrañas más sensibles del hombre. Revisitar el infierno, para algunos también lo es.
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