[ por: Cristian Solís ]
La casa de campo de los Hewitt, tan formal por fuera, tan simétrica, no es más que un telón que encubre el comportamiento macabro de sus habitantes. Éste modo bizarro de actuar paulatinamente se va desbordando, como por ejemplo cuando aparecen los cerdos en la sala de estar. Así vamos descubriendo que no todo es lo que parece, y que, poco a poco, el modo de habitar no se ve contenido en los muros de la casa o, más aún, el modo de vivir se antepone a la casa y transforma su carácter. Tanto así que su habitante más radical termina por salir de ella como una explosión, dejando a su paso los restos de sus víctimas.
Hay una escena en la que Leatherface observa desde detrás de la puerta de hierro, a través de un ojo mágico. Tal vez para Thomas Hewitt (Leatherface) es su modo de ver el mundo, distorsionado tras la puerta de hierro, o para los espectadores es observar detrás de la pantalla. Es decir que cuando se cierra la puerta de hierro y Leatherface observa. Es un espectador desde su realidad. El otro lado de la moneda es el observado, tal como le ocurría a Truman Burbank (The Truman Show), quien era un “hombre reality show” sin saberlo, cuya vida por entero era una fachada, un decorado que marcaba el límite entre su vida de ficción y el espectador. En este caso, los límites de la habitación de Truman eran las cámaras de televisión. “Sin embargo, y de forma paradójica, lo que en la ficción es un decorado se filmó en un lugar real: un pueblo de vacaciones de la costa de Florida…”(1). Seaside aparece como lo contrario a la modernidad, con sus casitas con vallas blancas: un paisaje idílico de un cínico American way of life. Tal como los habitantes de la casa de campo en “Masacre…” se oponen de manera drástica a la moral de la sociedad, un rechazo exacerbado a la modernidad.
La fachada encubre al habitante, pero no al habitar, porque los actos la desbordan
¿Qué modo de vivir desborda a la arquitectura actual? Se podría decir que en la vida de los barrios con menos recursos, cuando se vive en conjunto en espacios más reducidos hace que el modo de habitar se vuelque a la calle, apropiándose de ella y transformándola en su patio. Es un modo de habitar mucho más auténtico, ya que no hay fachada que lo contenga. No ocurre lo mismo cuando hablamos de lo que ocurre, por ejemplo, con los edificios corporativos del Barrio El Golf. Cada uno se eleva como un alarido, tratando de ser más grande que su vecino, y uno como peatón se refleja en sus fachadas sin saber si estamos siendo observados por miles de ojos tal como le pasaba a Truman Burbank. Es una forma ingeniosa de ocultar sus actos tras un telón, mientras nos engañan con un falso espacio público del cual no puedo ser partícipe, porque un conserje o un guardia me lo impiden. Hoy en día, el loco de la motosierra tiene cara de edificio corporativo.
Cristian Solís, fue alumno del curso Cine+Arquitectura, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad ARCIS, el año 2007. Este post fue originalmente publicado en el año 2008, antes de la mudanza de servidores de 35milimetros en el 2009.
(1) “El mundo de Truman” Realidades y ficciones del ‘nuevo urbanismo‘ Por Luis Fernández-Galiano
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