Me enamoré de un bello cadáver
[ por: Andrés Daly ]
He perdido la cuenta del número de películas que he visto donde el policía se enamora, como un tarado, de la principal sospechosa de un asesinato: donde ella muy evidentemente se despachó fríamente al marido de dinero, a la suegra igualmente potentada, o a un abanico de múltiples amantes. ¿Quién realizará ahora, entonces, el viaje al patio de los callados?. El 99% del tiempo, como recordarán uds., esto no terminará: a) muy bien para el hombre de la ley que tuvo la mala idea de mezclar negocios con placer, o b) para la misma sospechosa. Pero esta película es la segunda vez, después de Vértigo (1960) del querido Alfred Hitchcock, donde el polícia o detective tiene un severo caso de necrofilia. Vértigo, cronológicamente posterior a Laura, es por lo tanto muy posiblemente inspirada en ésta, en más de algún elemento.
Mark McPherson (Dana Andrews) es el nombre –algo super heróico es verdad- del policía al que se le asigna el misterioso caso de la muerte de una bella, joven y emprendedora mujer llamada Laura Hunt. Asesinada sin motivo alguno, en la mitad de la noche, de un escopetazo de doble barril en el rostro -que la desfigura por completo, auch- los principales sospechosos del brutal crimen son, para el meditativo detective, dos de los ex novios de la chica: Waldo Lydecker (Clifton Web), un sarcástico socialité/crítico cultural/conductor de radio y, principalmente, el mitómano gigoló Shelby Carpenter (Vincent Price, con su perfecta dicción). El primero bastante mayor que Laura, casi una figura paternal –y extrañamente bastante gay- y el segundo mucho más joven y también traicionero; pues Shelby, el último novio de la asesinada Laura, tiene más de una mujer en su lista de conquistas paralelas, al momento de la muerte de la mujer que McPherson tanto hubiese querido conocer.
De forma sutil, el director Otto Preminger (El hombre del brazo de oro, Éxodo, Anatomía de un Asesinato) establece una y otra vez una atmósfera de recuerdo, de vigilia fantasmal, en varias secuencias donde el policía McPherson ronda, sólo y fuera de un horario normal, el departamento de Laura, sus objetos, su ropa… mientras sobre él una figura pintada, en el gran cuadro que cuelga en el living, lo mira.
Laura, retratada al óleo, lo observa y seduce, enigmáticamente, desde el más allá. McPherson se obsesiona y se enamora perdidamente de Laura. Quiere poseer esta imagen de ella, quiere llevarse el cuadro que otros también desean y mientras más investiga de ella, más parece darse cuenta de la perfección perdida, de lo imposible y bizarro de su amor, jamás explayado a ninguno de sus interrogados. Entre estos último se incluye a la nana de la fallecida, excesivamente dedicada a su ex patrona. Pero es esta obsesión de McPherson la que se hace evidente para Shelby y Waldo, que juegan con las palabras, persiguen, se esconden y mienten al detective. A los dos hombres sospechosos que competían por el amor de Laura, se les une así un tercero, en un juego que sigue aún después de estar la diosa muerta.
McPherson toma un whisky. Ya vive en el departamento de Laura. No puede dormir pero se duerme. Delira. ¿Sueña?. Laura (Gene Tierney) entra en la habitación y lo despierta. ¿Es que se volvió loco?. Laura vuelve de entre los muertos, o mejor dicho, de un retiro fuera de la ciudad que realizó sin contarle a nadie, donde buscaba poder tomar una decisión entre los dos hombres de su vida. La mujer asesinada ha sido entonces otra -¿pero quién?- y esta vez McPherson tiene que descifrar quién era ella y quién es el asesino, contra el tiempo, antes que pueda volver a perder a Laura.
Esta vez para siempre.
Simplemente notable, una obra maestra del género. Pensar que el maldito de Darryl F.Zanuck, mítico productor y fundador de la 20th Century Fox en 1935, el estudio detrás de esta película, odiaba tanto a Preminger que no sólo lo quería fuera de la película, sino que hizo todo lo posible para alterar su casting y el mismísimo final. Aplausos para Preminger, su correcta obstinación y la demostración de que se puede hacer un film noir sugerente donde al centro de la pantalla se centre una sola mirada, no de una femme fatale, sino que de una femme mort.
PD. Psstt. S P O I L E R: El nombre «Waldo» debió darme la clave…
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