Sangre y punto
[ por: Luis Felipe Zúñiga ]
Una llamativa ambigüedad etimológica surge desde los inicios de la primera realización de los hermanos Coen. Sangre Fácil (Blood Simple., 1984) un thriller de suspenso con reminiscencias al cine negro, atrapa en sus redes desde su críptico título, que inicia la secuencia de créditos. Quizá en el papel pase desapercibido pero es en la pantalla grande donde se nota un punto final, que cierra una frase que los hermanos tomaron prestada de la novela de Dashiel Hammet, “Cosecha Roja”, donde el término se usaba para describir a la gente enloquecida, de mentalidad temerosa luego de haber pasado por situaciones de violencia.
Será majadero insistir en este punto pero resulta que hay un abismo significativo entre ponerlo u obviarlo. Según los datos entregados por un traductor en internet, Blood Simple “.” significaría sangre fácil; Blood Simple (sin punto), pruebas simples de sangre. Eso, sin considerar la traducción con que la película fue conocida en el mundo latinoamericano, Simplemente Sangre (que sin ir más lejos equivale a simply blood).
Todo esto para dejar en claro desde el principio que no se trata de un cuento fácil de descifrar. En Blood Simple (o como quiera llamarse) abundan las preguntas sin respuesta. Marty (Dan Hedaya) es el administrador de un bar, que al sospechar de la infidelidad de su mujer Abby (Frances McDormand) con un empleado, contrata de un detective privado (M. Emmet Walsh) para que borre a los dos del mapa. Pero, “cuando la sangre está involucrada, nada es fácil”.
Hay en la primera gran obra de esta dupla de realizadores oriundos de Minnesota una rica cuota de complicidad. A quiere matar a B, porque lo engaña con C. Al tiempo, C cree que B intenta acabar con A pero no le resulta, así que mete mano en el asunto. Todos actúan desde la penumbra, acechados por la el terror de ser descubiertos, ninguno logra exorcizar ese demonio llamado culpa.
Simplicidad no es precisamente lo que evoca el territorio que despliegan los hermanos Coen en su primer largometraje. Un puñado de ángulos de cámara riquísimos, una camada de actores hipnotizados por una historia llena de misterio, causas y efectos que quizá nunca se cierran. Todas piezas de un rompecabezas que a simple vista parece fácil de resolver, pero que termina siendo grueso y voluminoso como un punto final. Escrito con sangre, por supuesto.
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