Tres asesinatos para una misma víctima
[ por: Andrés Daly ]
William Finley (Hermanas, The Wedding Party) y Bruce Campbell (Evil Dead, Maniac Cop) merecen hace mucho tiempo una estatua desproporcionadamente grande en una plaza un reconocimiento por la cantidad de papeles absolutamente desquiciados que han acogido exitosamente y convertido en su especialidad. Mientras que Campbell ha figurado frecuentemente en la obra de Sam Raimi (Spiderman y la mencionada Evil Dead), Finley lo hecho ya nueve veces en la obra de De Palma. ¿Pero quién es William Finley?, pues nada menos que el protagonista de la obra mas bizarra del director de “Caracortada”, la película musical cult “El Fantasma del Paraíso” (Phantom of the Paradise, 1974). Como las palabras no son suficientes para describir esta joya pulida maravillosamente por un grupo de orates y mi director favorito, aca va un video:
Finley, gran amigo de De Palma, ya había participado en todos sus cortometrajes y en su primer largo cómico (The Wedding Party) y con este “Murder a la Mod”, donde hace uno de los papeles principales en un híbrido de suspenso, erotismo y comedia negra, estará presente en la primera película de horror puro del director, bastante hitchcockiana, que daría un giro posterior a su carrera: la fantástica “Hermanas” (Sisters, 1973). Finley es entonces un colaborador clave en la carrera de su amigo y en “Murder a la Mod” comienza a lucirse.
“Murder a la Mod” trata sobre una actriz que se involucra con un equipo de producción bastante turbio, por decir lo menos: un director que sólo quiere sacarle la ropa a su leading lady en un departamento con cámaras escondidas, un productor bastante hip y cuestionable y un actor algo esquizoide (William Finley) que juega constantemente a asustar a medio mundo con un pica hielos de mentira: al clavarlo, la punta se esconde dentro del mango. Que bromista. Entre medio de la seducción de la actriz, las ropas que caen y la cámara que filma el encuentro, un hombre misterioso al que no vemos su rostro entra al departamento y asesina a la actriz con un picahielos, esta vez, de verdad.
Súbitamente la historia se interrumpe y se repite, pero desde otra perspectiva y con otro tono. Si primero fue una especie de aburrido melodrama que parecía enfocado en la actriz, ahora pasa a ser de suspenso puro donde perdemos el foco y en su tercera versión se cuenta como una fusión entre comedia chaplinesca y un humor oscuro y bastante espeso, como la sangre. En este último segmento, la cámara se queda con el genial Finley, que está confundido –emite unos chillidos bien divertidos- y el espectador no sabe, al igual que Finley, si es que realmente es este el asesino y quizás a cuanta gente ha asesinado posiblemente mientras bromeaba con el picahielo falso intercambiado con uno real. Con una cámara vertiginosa y una linterna, De Palma persigue en una escena a Finley por las escaleras de un edificio (Finley tiene una energía inagotable), de un lugar a otro mientras bromea, entra y sale del edificio de la productora, se desquicia aún más (si es que eso es posible), y en un cementerio se esconde en una caja para una última broma. El demente se estresará con el misterio y finalmente descubrirá quien es el que está detrás del asesinato.
Realmente, no sé si es posible describir mejor todo esto, que me dejó no solo totalmente confundido y gratamente sorprendido sino que con ganas de saber que habría pasado si De Palma seguía explorando esta comedia tan negra, tensa y bordeando lo incomprensible, con un humor que parece apto para pocos.
Por suerte, mis deseos se hacen realidad y en cuatro años después de “Murder a la Mod” De Palma hace una película sobre un ejecutivo que se convierte en “Mago de Carretera-Bailarín de Tap” (¡!) y ocho años después de aquella, una película sobre una cabaretera dominada por un conejito de peluche maligno (¡!), convertida ahora en novia perfecta. De una locura total, ¿no?.
Esto me gusta.
P.D: Hay un muy buen sitio sobre el director que le rinde homenaje, en su nombre, a esta película: De Palma a la Mod.
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