Andrea Chignoli, una de las montajistas del cine chileno

El 27 de septiembre del 2010 Sally Menke, la montajista de todas las películas de Quentin Tarantino, fue hallada muerta al fondo de un barranco, cerca de una de las principales carreteras de Los Angeles. En la mañana de ese día había salido a caminar junto a su perro y los 44 grados de calor le provocaron una deshidratación fatal. Tarantino solía llamar a Sally Menke como su «única, genuina y auténtica colaboradora».

No se sabe quién será la próxima «única, genuina y auténtica colaboradora» de Tarantino en sus siguientes películas, pero la historia ha enseñado que las mujeres son las mejores compañeras de un director cuando se trata de ordenar todo en la sala de montaje. Los ejemplos sobran: Woody Allen hizo sus mejores largometrajes en los 70 y 80 con la ayuda de Susan E. Morse, y Martin Scorsese ha trabajado desde Toro salvaje con Thelma Schoonmaker.

Quentin Tarantino y la fallecida Sally Menke
Quentin Tarantino y la fallecida Sally Menke

En el cine chileno destacan las figuras de Danielle Fillios (La nana), Soledad Salfate (Play) y Andrea Chignoli (Post mórtem), quienes a su manera probablemente reúnan las cualidades de disciplina, paciencia y artesanía que requiere este oficio.

«Una concepción machista dice que en los inicios del cine contrataban a las mujeres para que se dedicaran al montaje, porque ya eran buenas en los tejidos y las labores domésticas, que son cuestiones que exigen gran paciencia», dice Chignoli, que afirma haber querido ser montajista desde siempre. «Nunca se me ha pasado por la cabeza dedicarme a la dirección de cine u otra cosa», cuenta la montajista de 39 años, que comenzó trabajando en el cine chileno con poco más de 20 años, mientra aún estudiaba Periodismo en la Universidad de Concepción.

«En ese tiempo era todo en forma autodidacta. Fue importante trabajar con Daniele Fillios en Johnny Cien Pesos, pero sobre todo aprender de Rodolfo Wedeles, montajista de películas de Raúl Ruiz y Miguel Littin», recuerda.

Chignoli ha logrado colocar su mirada en algunas de las cintas chilenas más destacadas de los últimos años, como Post mórtem y Tony Manero, de Pablo Larraín, y todas las cintas de Andrés Wood, a excepción de Machuca. Pero su experiencia no es sólo local y, por ejemplo, mantiene una habitual colaboración con la cineasta iraní Maryam Keshavarz, quien acaba de ganar el Premio del Público en el último Festival de Sundance por el filme Circcumstance.

«De hecho, montamos esa película en Chile, mientras yo trabajaba en Post mórtem y narra la realidad de los jóvenes en Irán», cuenta sobre su relación con Keshavarz, a la que conoció cuando estudiaba en Nueva York.

La montajista, que también trabajó en el premiado filme Lucía de Niles Atallah, y es profesora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica, participó, además, hace tres años en la restauración de todas las películas de Alejandro Jodorowsky.

El arte de las tijeras

Aunque prefiere que haya material de sobra antes de que falte, a la hora de armar una película Andrea Chignoli tiene claro que a veces hay que descartar sin demasiada misericordia.

Pablo Larraín, director de Post mórtem, tiene su opinión al respecto de esta especial cualidad. «Hay escenas en que he invertido una gran cantidad de tiempo, pero Andrea tiene una notable capacidad de desecharlas con oficio y libertad. Por otro lado, su experiencia me ha ayudado a encontrar el tono y la caligrafía de una película», explica el realizador. «Y además es muy graciosa, divertida e irónica. Son cualidades muy preciadas en medio de la soledad del proceso de montaje», dice.

Y Andrés Wood, que actualmente trabaja con la montajista en su nueva película Violeta se fue a los cielos y en la serie Los 80, es un fan de su versatilidad y el apetito de aprendizaje. «Tiene el rigor para este trabajo y, por otro lado, la necesaria cuota de riesgo para probar nuevas ideas. Y es capaz de adaptarse a cualquier director, pues debe ser muy diferente trabajar conmigo que con Pablo (Larraín)», explica Wood.

Metódica, disciplinada y defensora de un oficio que puede lograr que «una película cambie radicalmentecon sólo pasar por la sala de montaje», Chignoli dice que para este trabajo es mejor tener distancia y eliminar cualquier contacto con lo que pasó en el fragor del set de rodaje. «Me carga asistir a las filmaciones, siento que uno se contamina y que pierde objetividad cuando llega la hora de montar la película», sentencia.

Fuente: La Tercera

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