El fotógrafo de continuidad de la mítica cinta de Raúl Ruiz rodada en 1973 y estrenada recién en 1992 tenía 84 imágenes en su poder.
En 1973, el fotógrafo Pedro Troncoso se encontraba en una playa del litoral central, estaba cesante y sin saber qué hacer. Un conocido suyo, el productor de cine Sergio Trabucco, preparaba una película llamada Palomita blanca y le dijo que tenía un trabajo ideal para él: ser el fotógrafo encargado de la continuidad.
Troncoso no tenía ninguna vinculación con el cine y de pronto se encontró unido al grupo liderado por Raúl Ruiz y que incluía a Silvio Caiozzi, Luis Alarcón, Bélgica Castro y el camarógrafo Jorge Müller, entre otros prohombres del cine chileno. «Mi trabajo era hacer fotos y fotografié todo: ensayos, casting y rodaje», recuerda.
El resto es historia. Y también mito. La cinta, la más grande de la época con $170.000 dólares de presupuesto y basada en el best seller de Enrique Lafourcade, iba a estrenarse el 18 de septiembre de ese año. En vez de eso, estuvo cerca de 20 años acumulando polvo en las bodegas de Chile Films mientras algunos de sus realizadores arrancaban del país. El tiempo transcurrido forjó la leyenda y se convirtió en el secreto mejor guardado del cine local hasta su estreno con bombos y platillos en 1992. Y de las fotos de Troncoso, nunca más se supo.
«Yo me fui de Chile en 1978», describe Troncoso. «Habían asesinado a amigos míos y me aburrí. Nunca me pasó nada, pero vi muchas cosas», cuenta. Su destino fue Brasil, donde continuó su carrera de fotógrafo. Y las imágenes de Palomita Blanca quedaron guardadas tal como las casi dos décadas en que la película sólo fue un recuerdo.
Troncoso nunca más volvió a mirar las fotos, pero hace un par de años, en un viaje a Chile, volvió a encontrarse con Trabucco. Este le dijo que por qué no creaba un perfil en Facebook para contactarse con parte del equipo de filmación del filme. Así lo hizo y como buen fotógrafo subió mucho material. Entre ellas, algunas imágenes de ese mítico rodaje. «Subí las fotos y empezó a llegar un montón de gente: la Beatriz Lapido (protagonista), el sonidista Pepe de la Vega, luego subí algunas de las fotos a otro sitio en homenaje a Jorge Müller (desaparecido en dictadura)», cuenta.
Las imágenes muestran la trastienda del rodaje, las pruebas de cámara que le hicieron a Lapido (luego de ganar un casting masivo organizado por La Tercera), un Ruiz melenudo, Los Jaivas interpretando las canciones de la banda sonora, muchos ensayos y ángulos desconocidos de la escena final, donde los protagonistas entran desnudos a la playa.
«Cuando entré al sitio me llevé la sorpresa de las fotos», cuenta la protagonista Beatriz Lapido, radicada desde 1977 en España. «Ahora no tengo ninguna relación con Chile y al verlas recordé algo que me parece anecdótico: fue muy intenso, recuerdo que estaba asustada pero feliz, como si fuera un juego virtual», explica la ex actriz.
Lapido aventura que si el filme se hubiera estrenado en su fecha original, hubiera sido un éxito de taquilla moderado. «La película se pierde durante 20 años, el libro sigue siendo un best seller, a la protagonista (ella misma) se la da por muerta, Ruiz estaba comenzado a ser una figura importante a nivel mundial. Esos factores explican por qué se fueron formando mitos alrededor. Si se hubiera estrenado el ’73 hubiera pasado sin pena ni gloria», conjetura.
Ofrecimiento
Por un tiempo el acceso a las imágenes se mantuvo restringido sólo a quienes habían trabajado en el filme hasta que Troncoso se enteró de que la Asociación de Directores y Guionistas de Chile estaba reorganizando material en su página web. Se contactó con el cineasta Ricardo Carrasco, tesorero de la institución y le ofreció todas las fotos que tenía en su perfil personal.
«El ofrecimiento de Troncoso llegó cuando decidimos hacer una web en homenaje a Rodrigo Maturana, quien encarnó al profesor de liceo en Palomita blanca«, recuerda Carrasco. «Llegó mucha gente a aportar material y Troncoso me envió un mail diciendo «tengo fotos del rodaje y te las voy a mandar». A las pocas semanas le llegó un sobre con 84 fotografías inéditas.
Al integrar las imágenes a la página de la Asociación (ADG), la cantidad de «amigos» subió exponencialmente: de cerca de 500 registrados pasaron a más de 1300.
Por ahora, en la ADG no tienen ningún plan especial sobre qué hacer con las imágenes. Y a Troncoso no le preocupa mucho el tema. «No hay ninguna restricción para que sean usadas. Me han ofrecido todo tipo de cosas con las fotos, exposiciones y libros, pero nunca pasó nada. En Chile todo el mundo te ofrece de todo pero nunca se concreta. Sé que no va a pasar nada, por eso prefiero que todos tengan acceso a ellas», finaliza.
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