El arquitecto siempre tiene la razón
[ por: Andrés Daly ]
Estoy realmente disfrutando estas películas del cine clásico de Hollywood, maravillas de las que siempre escuché y leí (que están además en tantas listas de «lo mejor de»), pero que no pude ver hasta esta tarea autoimpuesta, necesarios antes de pasar a recorrer otros países y géneros aquí en Una película al día.
La historia, el lugar, los personajes y el único tiempo y espacio donde transcurre esta película (12 Angry Men) del gran director Sidney Lumet (Serpico, Network, Tarde de Perros, Piel de Serpiente, ¿necesitas que mencione otro clásico?) está más que clara: un jurado compuesto por 12 hombres que nunca se han visto en su vida y que desconocen sus nombres –como dicta la ley en EE.UU- son encerrados en una pequeña habitación en el día más caluroso del año para dar su veredicto en un caso que han seguido casi por una semana. La habitación sólo tiene la puerta de acceso (cerrada con llave), una gran mesa en su centro con doce sillas, un pequeño ventilador y algunas ventanas que miran a la ciudad desde lo alto del edificio en el que están, un bidón de agua con algunos vasos y una puerta que da a un baño básico. El caso en cuestión: un joven de 18 años, con antecedentes delictuales, y con varios testimonios en su contra, es acusado de asesinar a su padre clavándole fríamente una navaja en el pecho.
Once hombre entran una tarde a la habitación listos para terminar con el trámite, votar “culpable” e irse a la casa rápidamente, a ver un partido de béisbol o a donde quiera que vayan, y freír en la silla eléctrica al chico. Pero el jurado #8 (Henry Fonda, un Arquitecto pronto sabemos) se opone de inmediato. “Not Guilty”. ¿Qué? ¡Pero si es evidentemente culpable, todas las pruebas lo condenan!. Fonda no sabe si el acusado es culpable o es inocente, como él mismo dice, pero tiene una duda razonable. Esto es más que suficiente. Si quieren salir de la habitación con un veredicto unánime –pues estas son las condiciones dadas por el juez- once hombres deben convencer a uno de su error o uno a los once y hacerlos cambiar su voto a “inocente”. Sólo tienen hasta las siete de la tarde, el calor aumenta, el ventilador no funciona, los diálogos suben de volumen, los hombres se enfrentarán en dos bandos. El denso aire se puede cortar con motosierra, ¿ya sientes la tensión?.
Juror #10
Listen to me. We’re… This kid on trial here… his type, well, don’t you know about them? There’s a, there’s a danger here. These people are dangerous. They’re wild. Listen to me. Listen.
Juror #4
I have. Now sit down and don’t open your mouth again.
Juror #12
What do you mean, supposing they’re wrong? What’s the point of having witnesses at all?
Juror #8
Could they be wrong?
Juror #12
What are you trying to say? Those people sat on the stand under oath.
Juror #8
They’re only people. People make mistakes. Could they be wrong?
Juror #12
Well, no, I don’t think so.
Juror #8
Do you ‘know’ so?
Juror #12
Oh, come on. Nobody can know a thing like that. This isn’t an exact science.
Juror #8
That’s right, it isn’t.
Impresionante film de Sidney Lumet, una verdadera batalla de noventa minutos de argumentos contra gritos, demostraciones del raciocinio contra la vulgar pereza y el desinterés, éticos hombres contra inmorales verdugos que esconden razones personales y prejuicios tenebrosos para votar como lo hacen. Doce hombres totalmente diferentes, elegidos al azar, de diferentes partes de una sociedad a la que representan perfectamente, y que encerrados durante una hora y media de sus vidas, presencian como uno de ellos puede ser capaz de resistir, con dignidad, coraje e inteligencia a aquellos a los que sólo les bastaba un par de minutos para quitarle la vida a un chico que quizás puede ser inocente, basándose tan sólo en dubitativas ideas, primeras impresiones, suposiciones, prejuicios y sentimientos equivocados. ¿Es que puede un hombre hacer la diferencia?.
P.D. ¡Una película absolutamente imperdible!.
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