Amor Mutante
[ por: Andrés Daly ]
Algunos dicen que no hay pedirle peras al olmo, pero en el cine basado en personajes de comics o en novelas gráficas, hace rato que este género ha mostrado signos de progresiva madurez. Para eso, basta con recordar algunas películas notables como The Dark Knight (2008, Christopher Nolan), Sin City (2005, Robert Rodriguez), o, de forma más errática, Watchmen (2008, Zack Snyder). Entonces, no me vengan a decir que no se puede esperar algo mejor aquí, viniendo además de la mano de Gavin Hood, director que ya ha narrado con anterioridad un par de interesantes dramas (Rendition, 2007; Tsotsi, 2005) y no, por ejemplo, de la mano de un esperpéntico Joel Schumacher (Batman & Robin, 1997), donde todo ya estaría perdido desde los créditos iniciales.
Pero vamos a la historia, si es que puedo decir eso. Todo comienza con Logan (Hugh Jackman, por cuarta vez gritando y mostrando las garras metálicas) al que primero conocemos como un tímido niño mutante. Luego de asesinar por error a su padre (oh tragedia, unos huesos afilados salen entre sus dedos cuando se enoja, en una escena tan cliché como antológica), y escapa junto a su hermano luego del crimen. Por razones tan caprichosas como inentendibles, envejece normalmente sólo hasta bordear los cuarenta años, y luego pasa los siguientes 200 años en esa misma edad; participando además en cuanta guerra le ponen por delante. En la mejor escena de toda la película, que plagia parcialmente el concepto de intervención histórica detrás de la brillante introducción de Snyder en la citada Watchmen, lo vemos entonces, cambiando arcabuz de la Guerra de Secesión por rifle en la Primera Guerra Mundial; Tommy Gun en la Segunda Guerra por ametralladora en un helicóptero en la Guerra de Vietnam. Claro que, siendo inmortales, todo esto es un poco superfluo: la guerra para los hermanos es más bien un paseo por el parque o una especie de gimnasio pirotécnico.
En esta época, se forma un grupo de mutantes dirigidos por el Coronel William Stryker (Danny Huston. Sí, Stryker, como el protagonista de Airplane!), donde abunda, además de la soberbia personal, la competitividad entre los miembros por asesinar más rápido y más espectacular. El objetivo del grupo es tan turbio como el corrupto gobierno que los financia en secreto (EE.UU., ¿cual otro?) y que comanda sus misiones poco éticas.
Pero todo lo anterior es un pretexto, sabemos -el título ya no puede ser más explícito- para hablarnos del origen de “Wolverine”, el hombre sin memoria que en algún momento de su vida cambió los huesos afilados por las garras de «adamantium». Este es un metal de ficción que ocupa interiormente todo su cuerpo; garra totalmente indestructible que emerge cuando falla en anger management y que al parecer es renderizada, además, muy pobremente observo, por una casa de efectos especiales hollywoodense que no ha escuchado, dicho sea de paso, la palabra “gravedad”.
¿Qué ocasionó esta magnífica –suponemos- y misteriosa transformación? Pues… la venganza de la muerte de una novia canadiense. Con grito desesperado al cielo (por segunda vez en el film) incluído, entramos en el horror del guión reciclado.
*El video de Ferrell y Samberg aquí. Participación especial de J.J. Abrahams: «The more you ignore it, the cooler you look».
Lo que sigue, tanto o más desechable que lo anterior, es una suma de gritos de ira desaforados, peleas, traiciones, personajes secundarios pretenciosos y efectos digitales tan confusos como mi propia capacidad para entender porque diablos vi esta película, en primer lugar. Cine desechable de los peores.