La casa gana
[ por: Andrés Daly ]
Después de una semana que me abdujo laboralmente –y me quitó varias horas de sueño al punto de parecer personaje secundario de una película de George Romero– retomo los textos de “Una película al día”, con los filmes que estuve viendo, de madrugada y ayudado por la cafeína, durante estos últimos días. Aquí vamos.
Poco antes del capítulo sobre Steve Buscemi en “El mundo sin Brando”, pude ver esta opera prima dirigida por Hue Rhodes y protagonizada por el hombre que dio vida a Mr.Pink en “Perros de la Calle” (1992, Reservoir Dogs) de Quentin Tarantino.
John Alighieri (Steve Buscemi) vive cerca del infierno, de la verdadera Sin City, esa abominación urbana y arquitectónica llamada Las Vegas. Empleado en una compañía de seguros donde su única motivación es la sonriente compañera del cubículo del lado Jill (Sarah Silverman, totalmente extraterrestre), es enviado súbitamente por su jefe Mr. Townsend (el pequeño gigante que es Peter Dinklage) a investigar un posible caso de engaño a la compañía. Townsend, le asigna al silencioso y perturbante Virgil (Romany Malco), un veterano en detectar estafas, como su guía al infierno en la Tierra.
John vuelve temeroso al lugar del que escapó, cuando las apuestas casi se lo comieron, para buscar a «Tasty D Lite» (Emmanuelle Chriqui), la striptisera en silla de ruedas que dice haber sido chocada por detrás cuando manejaba su auto en la mitad del desierto (sí, que excusa más brillante); a recolectar testigos tan improbables como un hombre que está atrapado en un metálico traje espacial contra fuego, y que por error se prende cada un minuto y no le queda más que esperar hasta que se le acabe la gasolina al tanque conectado a él; una comunidad nudista de rednecks y una serie de personajes tan o más extraños que viven en esta adaptación moderna del Infierno de Dante.
Un humor extraño, poco habitual –apaleado por la crítica- y que evita el chiste fácil, abunda en esta película producida por Spike Lee, de muy lento desarrollo, que coloca toda su fe (quizás mucha) en estos personajes y sus motivaciones casi absurdas a la Wes Anderson; y sobre todo, en el carisma de Steve Buscemi para construir este adicto a las apuestas, los raspes y las luces de neon.
Buen protagónico (que ganas de ver a Buscemi más seguido liderando un cast) y excelentes secundarios con los divertidos Dinklage y Malco, que se lucen en un guión dirigido quizás muy tímidamente, pero que de todas formas disfruté totalmente.