[ por: Andrés Daly ]
Thomas Craven (Mel Gibson), un viejo policía que disfruta de su soledad, recibe la visita de su joven hija Emma (Bojana Novakovic), a quien no ve hace años. Después de una de las escenas más inverosímiles jamás filmadas dentro de un auto en movimiento, con una lluvia torrencial afuera (parece más bien un lavado de autos), y a casi ocho minutos de inicio del film, Emma vomita, sangra repentinamente por las narices y antes de decir que hora es, ya es asesinada brutalmente en la puerta de la casa paterna.
Lo que sigue en «Al filo de la oscuridad (Edge of Darkness) son 109 minutos de la venganza de Craven, un par de observaciones sobre la paternidad y la muerte, espantosos diálogos expositivos de los villanos de corbata y maletín de turno, seguidos de un gran número de sujetos con agujeros de plomo en la cabeza, y, en torno a todo esto, un confuso enfrentamiento y/o colusión de un grupo de activistas ambientales con una oscura corporación que construye secretamente armas nucleares en el estado de Massachusets. ¿Confundido? no importa; todo tiene el mismo peso, y la película trata de clarificarlo todo, didácticamente, escena por escena, para que nadie se quede atrás.
El mayor desperdicio de esta película -además del tiempo-es para mi gusto el de Martin Campbell, su director. El hombre detrás de «La Leyenda del Zorro»(2005), «Goldeneye» (1995) y «Linterna Verde» (2011) – nada muy promisorio es verdad- no ha sido nunca un artesano de la sutileza y ha tenido, siempre, a sus elaboradas coreografías de acción como sus únicas cartas bajo la manga. «Casino Royale» es una prueba de ello y lo mejor que ha rodado. Pero aquí, busca darle espesor a un guión lineal, no construye ningún tipo de atmósfera -fundamental para lo que se supone es un thriller – y se dedica básicamente a seguir a Mel Gibson con una cámara que lo encuadra y se mueve, de la forma más automática y poco interesante posible.
Inexplicablemente, el mismo Campbell rodó la serie original de televisión en 1985, del mismo nombre, en la que se basa esta película. Material más que dominado entonces, Campbell parece haber renegado tanto de él como de sus talentos, intentando construir una película más pausada que ni siquiera convenció a su propio estudio, pues leí en alguna parte que lo obligaron a rodar escenas de acción.
Las únicas escenas medianamente interesantes tienen al detective Craven y al misterioso Jedburgh (Ray Winstone), un asesino y asesor de grandes corporaciones (siempre maquiavélicas) de los Estados Unidos, conversando en un patio, una cocina y un parque, generalmente rodeados de alcohol. Más que el plot obligatorio de venganza y su resolución automática en pantalla, estas escenas prueban que la clave estaba más cerca del pasado y eso intangible en la vida de estos dos hombres solitarios, que hoy , enfrentados unos al otro, conversen sobre el camino que tomaron sus vidas, mirándolas desde el extremo más corto.
Jedburgh
I don’t know what it means to have lost a child, but I know what it means never to have had one.
Craven
Yeah, got nobody left to bury you.
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Jedburgh
We’ll have a drink and then we’ll take a turn in the Public Gardens.
Craven
I’m not walking into the dark with you.
Jedburgh
Wise man.
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Jedburgh
You know the old Scott Fitzgerald thing, about an artist being a man who could hold two opposing ideas in his head and believe in the sumultaneously?
Craven
Heard of it.
Jedburgh
That’s what I have to be.
Craven
Why don’t you just be what it’s right to be?
Jedburgh looks at the bar.
Jedburgh
I’ll take it under advisement. You’re right not to walk into the dark with me. A lot of people have, and haven’t come out.