[ por: Andrés Daly ]
Jim Blandings (Cary Grant), relajado publicista neoyorkino, padre de familia (de dos intelectuales y poco carismáticas niñas) esposo celoso y atarantado inversionista, protagoniza esta clásica comedia norteamericana de postguerra. Se reactiva la economía del país, la gran manzana reune siete millones de seres neuróticos y ruidosos, la construcción bulle y el señor Blandings no tiene espacio ni para poder afeitarse tranquilo en su pequeño baño, en su pequeño departamento de Manhattan.
En los primeros 15 minutos de la película, Jim despierta malhumorado, busca su ropa en el colapsado closet (más bien un lleno con una puerta que la conecta con la habitación) que comparte con su mujer – y con la que no comparte cama- se baña y afeita como puede, toma desayuno con su familia y recibe a su abogado y mejor amigo en casa, que viene a dejar los planos de la posible -e inútil- remodelación del departamento de Jim. Presentado ya el problema espacial de Jim con tan, pero tan larga exposición, llega el momento en que Jim, como buen publicista, cae tentado ante el aviso publicado en una revista, tan parecida a Vivienda y Decoración: ¡venga a vivir al campo!
Listo. Jim esta perdido. Ensoñaciones tan antiguas como los primeros habitantes de las primeras urbes al recorda el pedazo de verde que abandonaron en la mudanza, el señor Blandings, con cara de bobo, observa una casa que se cae a pedazos en el campo y ve un futuro idílico con su mujer, sus hijos, un mastín, un fusil en los brazos y una pipa en los labios. Divertida sátira.
«This little piggy went to market. A meek and as mild as a lamb. He smiled in his tracks. When they slipped him the axe. He KNEW he’d turn out to be Wham!» – Jim Blandings (proponiendo en una trasnochada noche de trabajo un nuevo -e irónico- slogan para el Jamón Wham)
A la mitad del metraje Jim está obviamente hasta el cuello con los gastos de la construcción de su cada vez más grande dream house, mientras su inútil aunque siempre cordial Arquitecto, Mr.Simms, va de un lado a otro de la construcción anotando y sumando gastos que no previó. Sobre el rol que el Arquitecto tiene efectivamente sobre la construcción de la vivienda, y en extensión al estado que la profesión tiene en la conciencia colectiva, el sistema legal y gubernamental a finales de los 40’s en EE.UU., la película hace comentarios bastante claros. Por ejemplo, en la introducción de Mr.Simms, cómodamente sentado en su práctica y acogedora oficina, hasta que sus clientes, los señores Blandings, toman por asalto sus tableros de dibujo y cambian las plantas propuestas del arquitecto con lápices en mano, a su gusto e ignorando a quien parece ser más que nada una obligación del proyecto, poco relevante ante el tiempo dedicado por la película a quienes sí construyen la casa (parece decir la película), los ingenieros, constructores subcontratados, el ocupado jefe de obras, albañiles varios, y los mismos clientes. ¿El arquitecto?….está… por ahí.
Sobre esta representación del Arquitecto, en bastante mayor y mejor profundidad, recomiendo el ensayo de Philip Nobel (que está incluído en este libro), y que Google Libros previsualiza en sus primeras páginas por aquí.
«Mr.Blandings buids his dream house» está basado en un libro homónimo, y tiene además dos remakes: «The Money Pit» (1986) de Richard Benjamin, producida por Steven Spielberg, con Tom Hanks como un nuevo Sr.Blandings («Fieldings») en tono subnormal/slapstick, en una casa del terror plagada de efectos especiales; y, para el máximo horror, Ice Cube protagonizó una versión más reciente llamada «Are we done yet?» (2007), de la que mejor no voy a escribir nada.
Mr. Simms, ¡por supuesto!, está incluído en «La Imagen Supuesta: Arquitectos en el Cine», de Jorge Gorostiza, que puedes ver con fotografías y nuevas entradas en este post.