«On the Waterfront» o «Nido de Ratas», como se conoce en español: otra «traducción» para el mundo hispanoparlante, a prueba de tontos, para que no vayan a confundirse de sala y no noten que esta película tiene por protagonista a un delator, tanto como «Lost in Translation» (2003) es una película que, perdida en su traducción, trata sobre unos «Perdidos en Tokio».
Realizada cuatro años de la película que vi ayer es, sin duda, y como leí en tantos libros y blogs por mucho tiempo antes de verla, una de esas películas clave de la filmografía de Brando y, claramente, una de sus actuaciones mas potentes y también más sutiles. Es ese tipo de actuación que esos otros dos monstruos (comparables) de la actuación, De Niro y Pacino, aparentemente ya no pueden realizar hoy en día.
Junto con Un Tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire, 1951) y Al Este del Paraíso (East of Eden, 1955) esta película reúne lo mejor de la filmografía de Kazan. Como es historia conocida, el director hizo esta película buscando su propia redención (junto con la del personaje de Brando) dirigiendo esta especie de expiación cinematográfica, totalmente simbólica, del por qué de su propia delación. Para quienes no conocen la historia, Kazan delató a sus ex compañeros del Partido Comunista en los Estados Unidos, en medio de la época de horror creada por la cacería humana y paranoia roja del McCarthismo. Esto no se olvidó el día que Kazan fue reconocido en 1999 (por sus méritos cinematográficos) en la entrega de un Oscar honorífico. Basta verle las caras a un furibundo Nick Nolte, un Ed Harris hecho de piedra y como una parte de la audiencia no lo aplaude, no se levanta, o bien, lo aplaude muy discretamente y sentado, como Steven Spielberg.
Charlie: Look, kid, I – how much you weigh, son? When you weighed one hundred and sixty-eight pounds you were beautiful. You coulda been another Billy Conn, and that skunk we got you for a manager, he brought you along too fast.
Terry: It wasn’t him, Charlie, it was you. Remember that night in the Garden you came down to my dressing room and you said, «Kid, this ain’t your night. We’re going for the price on Wilson.» You remember that? «This ain’t your night»! My night! I coulda taken Wilson apart! So what happens? He gets the title shot outdoors on the ballpark and what do I get? A one-way ticket to Palooka-ville! You was my brother, Charlie, you shoulda looked out for me a little bit. You shoulda taken care of me just a little bit so I wouldn’t have to take them dives for the short-end money.
Charlie: Oh I had some bets down for you. You saw some money.
Terry: You don’t understand. I coulda had class. I coulda been a contender. I coulda’ been somebody, instead of a bum, which is what I am, let’s face it. It was you, Charlie.
Charlie: You’re getting on. You’re pushing 30. You know, it’s time to think about getting some ambition.
Terry: I always figured I’d live a bit longer without it.
Dejando ese tema fuera y centrándose únicamente en lo que está en la pantalla, sólo me quedan elogios por la audacia en el montaje de algunas escenas, particularmente aquella en que Brando y Eva Saint Marie conversan, haciéndonos testigos -dentro de un silencio mortal- de una revelación. Las excelentes actuaciones de todos los secundarios y el arco del personaje del triste personaje de Brando no hacen más que dejarme en claro por qué esta película, una importante representante de un cine de interés social, está entre las mejores películas de todos los tiempos.
Who’s going to care about a bunch of sweaty longshoremen? – David Zanuck