La una de la tarde del viernes 25 de junio de 2004 decidí visitar por última vez el cine de mi barrio. Ese día lluvioso y algo frío acerqué mi cámara, impertinente y sin escrúpulos, lo más que pude al rostro de un viejo amigo moribundo. Ya habían pasado varios días desde la última función que atendí y lo que quedaba era apenas reconocible.
Con lástima urbana y un poco de morbosidad cinematográfica fui registrando lo que quedaba, recorriendo incluso espacios que antes estaban prohibidos para un espectador. Deambulando entre los escombros y aquellas piezas separadas por para ser rematadas (puertas, maderas, ventanas, pelo, huesos), pensaba que no pasarían muchos días para que ese cadáver que aún estaba en pie, y que alguna vez fue una gran sala de cine, desaparecería para siempre de la esquina de la calle Noruega con Avenida Las Condes.
Trece años antes, en el mes de diciembre de 1991, un calor seco (brutal para un limeño acostumbrado a la humedad agobiante) me recibía en el aeropuerto. Bienvenido a Chile. ¿Y ahora?…país nuevo, vida nueva dicen. Junto a mi familia, caminaba por la loza de un aeropuerto sin entender palabra de mis australes compañeros de viaje. Mi padre había recibido una oferta laboral que no podía rechazar, como diría Don Vito Corleone. ¿Otro peruano más en busca de su “chilean dream”?
Bah, ¿y el párrafo anterior que diablos tiene que ver con el Cine Las Condes? Pues, poco y bastante. Quizás como rito iniciático de recién llegado, o por ser el espejo arquitectónico (en mi muy distorsionada memoria infantil) del hoy también demolido «Cine Alcázar» del Ovalo Gutierrez, en mi barrio en Lima; el Cine Las Condes era el primer cine al que entraba en este país. Inexplicablemente, durante los doce años en que lo visité regularmente, en el minuto en que cruzaba sus puertas me sentía entrando a ese otro cine, sentándome en alguna butaca a miles de kilómetros de aquí, entrando en la oscuridad a la memoria de ese otro país.
Quince años después, ese puente extraño y mágico ya no está.*
El cine Las Condes intentó sobrevivir sus últimos años realizando eventos; durante y después del arribo de los Multicines a la zona oriente, evento cataclísmico que ocasionó, en parte -¿pues quien sino también el público los abandonó?- la desaparición en esa zona del Cine Las Lilas, Los cines del Paseo San Damián y en el centro de Santiago el Lido, el Gran Palace, el Nilo, el Capri, el Prat, el Montecarlo…siendo de todos ellos el Rex el único que permanece, mutando a principios de los 90’s en el Cinehoyts Huerfanos.
*Post originalmente publicado en el blog antecesor de 35milímetros, «cinemasarquitectura» en 2005 (probablemente) y corregido para este sitio. ¿Y que hay ahora en ese lugar de la ciudad? el cine fue reemplazado por un edificio de vivienda, tan diferente y especial como los hay muchos cientos de otros, que tan poco dicen de nuestra arquitectura y que además se multiplican indiscriminadamente por toda las comunas de la ciudad de Santiago.