Una película al día #73: “París que duerme” (1925)

Cuando nadie te ve

[ por: Andrés Daly ]

¿Por qué hacemos trampa?. Es divertido que una de las actividades más interesantes de «Paris qui dort», ciencia ficción en clave de comedia de Rene Clair, titulada también como “A las 3:25” y “El rayo invisible”, son justamente aquellas en que los hombres no somos observados ni regidos por nadie –nadie conciente al menos- y somos capaces, aunque sea por unos minutos, de tener absolutamente todo de forma fácil y gratuita, ropa, bebida, dinero, tiempo y por que no, un ilimitado poder, casi divino. Pero vamos por partes.

Albert, el guardia nocturno de la Torre Eiffel (un trabajo con grandes beneficios de vista panorámica asegurada) despierta, como siempre y después de sus turnos, viendo toda la ciudad de París desde las alturas. Prende un cigarro y espera a su reemplazo. Pero nadie llega. París esta extrañamente paralizada y más silenciosa que de constumbre en esta película muda; pues las pocas personas que están en sus calles están, aparentemente, congeladas en el tiempo. El reloj solo parece transcurrir para Albert. ¿Qué pasó?.

Albert mira París vacío

Mucho antes de «Exterminio» (28 Days later, 2002) de Danny Boyle, tenemos una secuencia de un hombre que camina solo por una metrópolis abandonada. Espectáculo escalofriante.

De la desesperación de un Rupert Murdoch, el amnésico protagonista que trataba de despertar a una ciudad también dormida al inicio de “Dark City” de Alex Proyas, (realizada 75 años después de esta película, en 1998) pronto, Albert pasa a la felicidad; se da cuenta que tiene una gran ventaja: ¡la ciudad es suya!  y puede hacer lo que se le de la gana. A poco andar, se une a un grupo de cinco viajeros que volaban en una avioneta sobre París, al momento del extraño suceso, y aterrizaron en un aeropuerto administrado por funcionarios inmóviles.

¿Qué es lo primer que hay que hacer? ¿Buscar una solución, a las autoridades, salir de la ciudad a comprobar si este es una epidemia global, contabilizar más sobrevivientes? No. ¡Que comience la fiesta!. Recorren París bebiendo y gozando, llenando sus autos de valores, pinturas (¡la Mona Lisa cuelga de una camioneta!), joyas, vestuario, todos en alegría; muy lejos de la depresión apocalíptica de un solitario Robert Neville interpretado por Will Smith en “Soy Leyenda” (I am legend, 2007) o por Charlton Heston en “The Omega Man” (1971). Porque el grupo sobreviviente no pierde su buen humor, su independencia ni el ojo que le tienen puesto a la chica -muy guapa- del grupo, la única mujer de la ciudad (luego descubriremos una segunda) ya que el resto son hombres. Saque ud. sus conclusiones.

Albert no pierde el tiempo, le regala joyas robadas a la mujer del grupo.
¿Y por qué no un abrigo para ella también?. La mujer sentada y el mozo están congelados.
La habitación del guardia nocturno de la Torre Eiffel, al inicio de la película.
La habitación del guardia nocturno de la Torre Eiffel, casi al final de la película.

Persecuciones más y menos entre los protagonistas, están acompañadas de vistas urbanas del París de la época (esta película tan sólo por este documento arquitectónico/histórico ya es invaluable), de calles vacías o algunas muy llenas, con la vida totalmente congelada, pero que despiertan ocasionalmente –para sorpresa cómica del grupo fiestero- cuando descubren, por fin, al autor de este evento: un científico loco y antisocial que activa y desactiva un rayo invisible, proveniente de una máquina bastante inexplicable, y que paraliza al resto de la ciudad a su antojo.

Como Eve, en “Fuera de este mundo” (Out of this World, 1987), una clásica serie televisiva de los años ochenta, ¿a quién no le gustaría, en algunos días, juntar dos dedos índices y detener el mundo, aunque sea por un rato?. A mí, bastante.

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