[ por: Carolina Cartagena ]
Desde el viernes 26 de agosto y durante septiembre, se presenta en el Teatro Municipal de Las Condes, el musical “La Tirana, la leyenda del Tamarugal”, una historia con tintes melodramáticos y con una estética propicia para el espectáculo.
El montaje cuenta la historia de una princesa inca, que vengando la muerte de su padre, gobierna con mano de hierro en la pampa. Sin embargo, su voluntad se ve nublada con la llegada de un aventurero portugués. Así, la joven muere, transformándose en una leyenda, no sin antes ser bautizada. De esta forma, la compañía Alzares, responsable del musical “Los Miserables”, se apropia de esta trama y desarrolla un montaje de autoría propia. La intención es hacer una obra a gran escala y con música original, y se logra. La pieza está escrita por Osvaldo Iturriaga y por su director, Julián Marras. Además, cuenta con una orquesta, de 22 músicos, y 30 actores y cantantes.
Acerca de la propuesta, motivaciones y proceso creativo habla Julián Marras, director del musical. “La mayoría de los chilenos ha escuchado acerca de la fiesta de La Tirana. Sin embargo, muy pocos conocen el mito fundacional, que explicaría el nacimiento de la celebración. Por esto, por la gran fuerza y contingencia dramáticas de la historia, fue que decidimos aventurar una creación a partir de ella. Se trata de una tragedia que aborda temáticas, que siguen teniendo una particular vigencia en el mundo actual”, indica Marras. Con respecto al transfondo que tiene el montaje, la historia de amor entre Vasco y Ñusta refleja una situación que sorprende por su contingencia. “La historia de amor entre Vasco y Ñusta insta a realizar una reflexión sobre las tensiones culturales, que aún persisten tanto en nuestro país (conflicto chileno-mapuche) como en otras partes del mundo (Medio Oriente, entre tantos otros). En este sentido, la leyenda plantea la idea del amor como la expresión más pura del reconocimiento de un otro y de cómo éste permite derribar diferencias de todo tipo para dar paso al encuentro honesto del Hombre con el Hombre”, explica el director de la obra.
Cabe destacar que la pieza está basada libremente en la leyenda y que, si bien se preserva lo esencial, el montaje trabaja estrechamente con la ficción. “Hemos creado personajes, relaciones y conflictos que no aparecen en el relato mítico. Para ello, hemos combinado elementos de la leyenda misma, de archivos históricos y también de nuestra propia imaginación. La música, a su vez, también construye un discurso propio que mezcla diferentes referentes provenientes de la música nortina, de la música popular y también de la música docta. Todo esto nos ha permitido amplificar el contenido dramático de la obra incorporando problemáticas que no se desprenden de la leyenda original, con el fin de que la resultante sea un lenguaje mestizo de pasado y presente”, cuenta Marras. Sin embargo, la pieza no se escribe a ciegas y se investiga para darle vida y particularidad a los mundos que visita. “Hemos estudiado con detención la cultura de los incas. Muchos elementos de su funcionamiento social y de su cosmovisión están integrados tanto en el guión como en la puesta en escena. Nos hemos basado en extractos de poesía quechua prehispánica, en autores de la época como Guamán Poma de Ayala, el Inca Garcilaso, Diego de Rosales, entre muchos otros”, añade el artista de Alzares.
En términos visuales, el montaje se compone de dos grandes bloques móviles, que buscan proyectar las imponente dimensiones y geometría de la arquitectura incaica y, paralelamente, responder al dinamismo que requiere la propuesta escénica. “La obra atraviesa por múltiples lugares, como la Cordillera de los Andes, la plaza pública del Pucará (fuerte inca), un bosque de tamarugos, una prisión inca, entre otros. Además, el espectador se asombrará con un despliegue escénico, que cuenta constantemente con juegos de ilusión teatral, como la manipulación de objetos, la composición lumínica y bellas coreografías. Por otra parte, a través del vestuario se busca evidenciar la jerarquizada estructura social de los incas y proponer un mundo de colores y texturas que completarán la reconocible visualidad altiplánica: colores vivos sobre fondo terroso o pedregoso”, describe el director.
El musical
La compañía Alzares tiene cierta experiencia montando musicales. En 2006 debutó con «Jesucristo Superestrella» y durante las temporadas 2008 y 2009 trabajó en “Los miserables». Si bien, ambos montajes se desarrollaron dentro de un contexto universitario y con escasos presupuestos de producción, la recepción del público fue buena. Esto alentó a algunos miembros del equipo a aventurarse en un proyecto mayor y de carácter profesional: la creación y puesta en escena de un musical.
En cuanto al formato escogido, el director de “La Tirana” hace hincapié en la fuerza dramática que tiene la leyenda, lo que constituye un estímulo fértil para la creación escénica. “En relación al género musical en particular, me parece que del contexto socio cultural en el que se desarrolla la historia, se desprende un mundo de sonoridades, corporalidades y psicologías que permiten una atractiva investigación a través de la música, la danza y la actuación, es decir, justamente, a través de los ejes del teatro musical”, puntualiza. Y fue precisamente la complejidad del género, el desafío de dirigir el montaje. “Los más complejo ha sido hacer dialogar las disciplinas entre sí (arte, actuación, danza, música, canto) para lograr construir un lenguaje que vaya más allá de los prejuicios que se tiene sobre el género. Muchas personas piensan que los musicales son superficiales e ingenuos. Nuestro desafío es revertir esa visión”, confidencia Julián Marras, director de la pieza.
Aunque incipiente, el género musical convive con otras expresiones escénicas. De hecho, el Teatro Municipal de Las Condes debutó con “My fair lady”, para luego continuar con “Cabaret”. Ahora, la sala alberga su primer musical chileno.
La leyenda
La virgen de la Tirana responde a una leyenda cristiana. El desierto florido es su marco, bajo un sol de julio que pega fuerte. La trama comienza en 1535, cuando Diego de Almagro sale del Cuzco, a la Conquista de Chile. Lo acompañan 550 españoles y alrededor de 10 mil peruanos. Va también Huillac Huma, último sumo sacerdote del culto al Dios del sol, con su hija, Ñusta Huillac. A la altura del actual pueblo Pica, varios yanaconas incas huyeron hacia la pampa, entre ellos Ñusta y su padre, quien fuera asesinado ante sus ojos tras una cruenta batalla. La princesa, sedienta de venganza, encabeza una rebelión para restablecer el poder de su nación, ganándose el apodo de La Tirana del Tamarugal. Así, entre tamarugos y acacias, ella asesina a extranjero alguno que cruzara el lugar.
Todo cambiaría una vez que llega Vasco de Almeida, un joven minero portugués. Tanto Vasco como Ñusta se enamoran de un flechazo, pero tras ser descubierta su relación, ambos son condenados a muerte. Almeida, en su afán permanecer unidos en el más allá, le propone a la princesa que se bautice. Sin embargo, en medio de la ceremonia, los nativos los sorprenden y asesinan. Así nace la leyenda de La Tirana.
La fiesta
Con los años, La Tirana del desierto ha protegido al caminante y al que sufre. Es por ello que llegan a celebrarla, cada 16 de julio, miles de peregrinos, por un camino marcado de cruces, con bombos, tambores, carpas, danzas y vestidos. No les importa el frío, el hambre, la sed o la fatiga. Avanzan kilómetros, algunos de rodillas, otros a pies descalzos. Le agradecen y expresan su alegría. La procesión culmina en una serie de carnavales. (El que dijo que Chile no sabía de carnavales, ciertamente nunca fue al pueblo de La Tirana). Este es un lugar que se ubica entre la pampa y el cielo, rodeado de tamarugos, de pimientos y acacias. Un lugar humilde, hecho de casas de adobe y madera, con calles delineadas, que terminan mirándola a ella, a la chinita. Su presencia se siente por todos lados. Los promesantes bien lo saben, especialmente los integrantes de las Hermandades o Sociedades de Bailes, quienes preparan durante meses su ofrenda. En tanto, las cofradías arreglan estandartes y banderas, que cuelgan de las paredes. De hecho, dicen los promesantes, viven en un sortilegio maravilloso, que comienza 3 meses antes de venerar a la Virgen. Pasan 90 noches cantando, danzando, soplando pitos, flautas iqueñas. Son 90 jornadas de sueños, con esa aurora de julio, que hace salir a la Virgen para recorrer su pueblo y saludar a los fieles.
La ofrenda se prepara
Al Llegar a La Tirana, todas las Hermandades religiosas de baile inician sus homenajes en el mismo lugar. El Calvario: donde comienza lo sagrado y se deja lo profano. Así se entra en un tiempo y un espacio donde lo nuevo y lo diferente es posible. El proceso se concreta en torno al Santuario y a la imagen de la Virgen. El saludo inicial representa un momento crucial, en el que se deja lo profano para vivir lo sagrado. Se acercan todos, en procesión, presididos por el estandarte del grupo; más atrás, avanza la imagen que pertenece a la institución; les siguen la banda, los músicos, los bailarines y los demás hermanos de la Cofradía. Este inicio en la Ermita del Cristo significa como en torno a Cristo está lo bueno, el orden y la perfección; mientras que fuera de Cristo está el pecado, el desorden, el caos.
En tanto, los peregrinos también entran en lo sagrado, a la Ermita. En forma individual o en grupos pequeños, no escatiman sacrificios para cumplir las mandas. Se arrastran hacia la Virgen por las calles del pueblo. Algunos van de rodillas, otros incluso se arrastran. El dolor es su ofrenda.
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